Su papel del Coronel es heredado de Juan Diego, que enfermó y no pudo continuar con este montaje. Cuéntenos cómo llegó a sus manos.

Vamos a aclarar que Juan Diego enfermó, pero muy poquito. Lo que tuvo es un catarrazo que no le permitía respirar bien y no le dejaron actuar. Eso suponía aplazar el proyecto y había compromisos. Así que un día me llamó el productor de Zebra estando yo en Sevilla y me contó la historia, me lo pensé ese día y le dije que sí, que estaba dispuesto a llevar el trabajo de Juan por todos los sitios que hiciera falta.

¿Qué es lo que más le atraía del proyecto?

El hecho de que cuente una historia universal. El montaje está basado en una novela muy especial, en el sentido de que es una obra violentísima en la que no hay ninguna situación violenta, que habla sobre la dignidad y muestra una capacidad de resistencia tan fuerte a los avatares de la vida, al abandono, al olvido, a los últimos días, a recibir el regalo del descanso, que todo eso la convierte en un texto muy poderoso. La obra habla de esa parte de la vida de la que nadie se quiere ocupar y en la que nunca queremos pensar.

En su currículum acumula muchos más títulos de películas y series que de teatro. ¿A qué se debe?

El teatro es como la casa de la amatxo, la casa de mamá. Empiezas en él, te formas en él y luego puedes irte y crear tu familia. Nunca dejas de pertenecer a él, pero puede ocurrir que el cine y la televisión te entretengan mucho, que es lo que me pasó a mí. Cuando era pequeño no entendía la vida si no era actuando en el escenario, yo quería ser actor de teatro y a Madrid llegué con esa pretensión. De hecho, mis inicios fueron en el teatro, tuve mucha suerte y fue todo muy rápido. Llegué a ser primer actor de la Compañía Nacional con 22 años, después de la mili, con Adolfo Marsillach. Lo que en realidad ha ocurrido es que en mi camino se han mezclado el cine y otras cosas, pero igual que se regresa a lo orígenes familiares, uno siempre vuelve al teatro.

¿Hay algún papel que considere que le ha cambiado la vida o que le haya enseñado más en su trabajo?

A mí, más que los papeles, lo que me ha enseñado en este oficio son las personas con las que me he encontrado en el camino, a ellas se lo debo todo. Esto es un trabajo que no se puede hacer en solitario, siempre lo haces en compañía de otros y eso determina mucho tus afectos, tu rigor, tu trabajo. Yo siempre he aprendido de mis compañeros. Nunca me he sentido el mejor, he tenido una enorme admiración por los demás.

¿Destacaría algún nombre?

Muchos. Te digo cien y me quedarían otros trescientos. De los grandes creadores destacaría a Vicente Aranda, Adolfo Marsillach, José Tamayo, Pedro Masó o Imanol Uribe. Todos ellos son gente maravillosa por la que siento admiración, respeto y cariño. También están los compañeros con los que he trabajado, mi amigo Carmelo Gómez, Victoria Abril, Ángela Molina, Juan Echanove... y por supuesto, Ana Duato y toda la familia de Cuéntame.

Hablando de Cuéntame, ¿no se siente ya más Antonio Alcántara que Imanol Arias después de veinte temporadas?

No, porque mi relación con los personajes no es nada dependiente. En cuanto dejo de trabajar con ellos los suelto. El caso de Antonio Alcántara es especial porque sí tengo bastante de él, porque este personaje se basó mucho en mi padre.

Esta serie le ha reportado muchas alegrías, pero también algún sinsabor y algún desencuentro con actores que ya no están en la serie. ¿Daría marcha atrás en algo?

Yo no siento que haya vivido desencuentros en Cuéntame, el más gordo fue un malentendido con Pilar Punzano que luego ella aclaró. Aparte de eso, no he tenido más problemas con los compañeros. Para mí los compañeros no son una parte de la que tenga que cuidarme, al contrario. No me arrepiento de nada. Entrar en una serie tan larga es una alegría y cuando te tienes que marchar es muy difícil de gestionar.

Verse envuelto en un escándalo como los papeles de Panamá no debió ser plato de buen gusto. ¿Qué aprendió?

Es un tema que ya está pasado porque fue en el año 98 [saltó a los medios en 2016], yo ya estoy a otra cosa. Era curioso porque se hablaba no de ilegalidades, sino de si era digno o no tener algún capital fuera. Yo supongo que al jáquer que sacó estos papeles no le pagarían ni con dinero en A ni con ningún contrato. Con respecto a la actitud de la prensa en este tema creo que la necesidad de la verdad produce carnicerías que puede que sean necesarias, pero no sé si a veces informar es tan importante para los medios como buscar al culpable.

¿Cómo ve el panorama para los actores en España comparándolo con el de sus inicios?

Hay muchos más actores y hay mucho más trabajo, pero está complicado. El panorama ha cambiado muchísimo. Ahora hay muchas posibilidades porque la ficción española ha triunfado en las plataformas digitales internacionales. Hacemos éxitos al nivel de los americanos o de los ingleses, pero cobrados como en Tailandia, somos la nueva Tailandia de la confección de ficción.