El link puede resultar tan efectista como tramposo. Sí: de la alfombra roja de los Grammy al festival de Coachella, las máscaras se han convertido en el complemento de moda de la temporada. Y no: el fenómeno no tiene tanto que ver con la epidemia del coronavirus como con la voluntad cada vez más extendida de adquirir un filtro -cabe decir que con resultados cuanto menos discutibles- contra la contaminación, lo que, de rebote, ha convertido la prenda en símbolo de la denuncia ecológica y en accesorio del look general.

En Asia, sobre todo en países como Vietnam, China o Corea, ya hace tiempo que las máscaras -prácticamente agotadas ahora en las farmacias- se han convertido en un objeto de uso cotidiano sobre todo para hacer frente a las tasas de contaminación en las grandes ciudades y como método de prevención frente a posibles contagios víricos en zonas sobrepobladas que podrían convertirse rápidamente en focos pandémicos.

De ahí la cotidianidad de imágenes de gente ataviada con máscara yendo en moto, cogiendo el metro o caminando por la calle. Una tendencia que, como siempre, ha aportado nuevos nichos de mercado a quienes buscan oportunidades de negocio. De hecho, en Asia ya hay una gran variedad de modelos que rivalizan en colores, diseños y originalidad. Tan solo cabe echar un vistazo a la casa Vogmask para hacerse un idea. Así, las máscaras ya no se compran solo en comercios sanitarios, sino en cualquier tienda de moda y complementos. Incluso algunas marcas de lujo, como la francesa Louis Vuitton, hace años que sacan partido al tirón de este accesorio en los mercados asiáticos estampando su logo en ellas.

En esta chispa que salta de la calle a la pasarela, las recientes Fashion Week de París y Nueva York, referentes mundiales de las tendencias que están al caer, han asistido al coming out de las máscaras. Ha sido el caso de los desfiles de las diseñadoras Matty Bovan y Marine Serre (en ediciones anteriores, las casas Margiela o John Galliano, entre otras, ya recurrieron a este accesorio de forma casi premonitoria). Que este boom poco tiene que ver con el coronavirus lo prueba el hecho de que la epidemia apareció en los medios hace poco más de un mes, cuando las colecciones se preparan con meses de antelación.

Objetos de denuncia

Las máscaras, con su aura casi apocalíptica, también ejercen de denuncia: estamos al límite, viene a decir el mensaje, y hay que ponerse las pilas en materia medioambiental. Un gesto que conecta con la emergencia climática que se ha denunciado desde las calles hasta las tarimas públicas. Recordemos, por ejemplo, las recientes intervenciones de Javier Bardem, Harrison Ford o Alejandro Sanz en la Cumbre por el Clima que se celebró el pasado diciembre en Madrid. O el discurso de Joaquin Phoenix al recoger su Óscar el pasado domingo, cuando aprovechó para asegurar que «nos hemos desconectado del mundo natural».

Antes que ellos, numerosos artistas recurrieron a la máscara para denunciar que algo va mal. Además de su fuerte simbolismo en cuanto a la crisis medioambiental, también ha sido usada para simbolizar e impugnar censuras políticas y opresiones sociales. Una gran inspiración de ello, ha sido, por ejemplo, la inquietante máscara que llevan las sirvientas en escenas particularmente duras de la serie El cuento de la criada. Todo un símbolo de la lucha feminista y contra las políticas ultraconservadoras.

De Eilish a Bieber

La cantante Billie Eilish también fue una de las celebridades que en la última gala de los Grammy impactó con un total look de Gucci, con un tapa-boca incluido que, según explicó después, aludía a costumbres opresivas. A su vez, la rapera Cardi B lució día atrás una impresionante máscara de diamantes que recubría su rostro, a excepción de los ojos, de la casa de lujo CoutureMask.

Kendall Jenner, Rosalía, Jhay Cortez, Hailey Baldwin, Bad Bunny, Luna Ki o Justin Bieber añaden relumbrón a la lista de celebrities que han sido vistas este año luciendo máscaras.