En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario». Eric Arthur Blair (1903/1950), más conocido como George Orwell, llegó a Barcelona el 26 de diciembre de 1936, con la decisión de combatir en España y «matar fascistas» según sus propias palabras. Su artículo Descubriendo el pastel español (1937) fue el primer intento de divulgar la verdad oculta y desafio a la verdad «autorizada».

Sus icónicas obras R ebelión en la Granja (1945) y 1984 (1949) son una denuncia de la corrupción estalinista de la Revolución Rusa. 1984 es la profecía orwelliana sobre una venidera sociedad totalitaria situada en un futuro cercano, donde la Policía del Pensamiento controla la vida de los ciudadanos.

El adjetivo «orwelliano» describe y representa las sociedades totalitarias y represoras. Pero no haríamos justicia a su mensaje si no incluimos la importancia que Orwell dio al lenguaje como conformador del pensamiento y de las emociones. En 1984, aborda el tema de la manipulación de masas mediante una «neolengua» con la que se controle el pensamiento crítico. Describe las sutilezas de los cambios de nombre de las cosas con el fin de cambiar las ideas, creando un nuevo lenguaje político para una posverdad.

En la obra de Orwell, el concepto de verdad objetiva ha desaparecido y en la realidad la mentira se vuelve verdad : «El objetivo tácito de este modo de pensar es un mundo de pesadilla en el que el líder máximo, o la camarilla dirigente, controle no sólo el futuro, sino incluso el pasado», decidiendo todo aquello que tuvo o no tuvo lugar.

Este legado de Orwell relaciona la verdad con la posverdad, (la verdad es una cosa y «la verdad oficial» es otra cosa). La obsesión de Orwell consiste en desenmascarar los usos perversos del lenguaje político y reconocerlos e identificarlos en la implantación de sistemas totalitarios, mediante la interiorización de la neolengua que con su dualidad de pensamiento, doblepensar, esconde la realidad, y camufla, en lo cotidiano, el modelo de comportamiento elegido y tutelado por la verdad oficial dictada por el Gran Hermano : «Si el líder dice esto no ocurrió, pues no ocurrió...» falsificando el pasado, éste se borra y la mentira se convierte en verdad.

¿Reconocemos lo que describe y lo que significa? 1984 es un compendio de descripción de un neolenguaje donde su protagonista, Winston Smith, trabaja en el Ministerio de la Verdad, revisando la historia para su reinterpretación. En su vida existe una «multipantalla» donde todo es observado y se espía a todo el mundo. Existe una Policía del Pensamiento, donde los hijos tienen capacidad de denunciar a sus padres, algo lógico si el único fin del matrimonio era engendrar hijos para el Partido y considerando las relaciones sexuales «una operación menor y ligeramente desagradable, como ponerse un enema. Los niños deberían engendrarse por inseminación artificial y educarse en instituciones públicas». (Parafraseando, hoy, a las ministras). «El acto sexual bien hecho era un acto de rebelión»

Miniver, Minipax, Minimor y Minindancia se correspondían en el nuevo lenguaje con los Ministerios de la Verdad, de la Paz, del Amor y de la Abundancia. La única bebida era la Ginebra de la Victoria... todo era «de la Victoria». El Departamento de Ficción preparaba, en la gran telepantalla, los Dos Minutos de Odio diarios, donde se publicaban los Enemigos del Pueblo.

En El conocimiento del lenguaje, el lingüista Chomsky define el «problema de Orwell» como «la capacidad de los sistemas totalitarios para inculcar creencias que son firmemente sostenidas y difundidas, aunque carecen por completo de fundamento y a menudo contrarían francamente los hechos obvios del mundo circundante» resultando favorables, únicamente, para mantener la imagen del régimen.

La actualidad vigente del «problema de Orwell» es muy sutil, ya que los mecanismos de adoctrinamiento y de control se notan menos en sociedades democráticas que en las que actúa el Ministerio de la Verdad y el Gran Hermano directamente, aunque percibimos su implantación en nuestras telepantallas... debido a la concentración de la prensa en las manos de unos pocos magnates y la tenaza del monopolio existente en la radio y las películas. ( La destrucción de la literatura, Orwell 1947).

Chomsky cree que «el propósito del lenguaje es la comunicación. La unidad de la comunicación humana en el lenguaje es el acto verbal», coincidiendo fundamentalmente con sus colegas Vygotsky y Piaget. De ahí que se pretenda, con la dominación del lenguaje, la regulación y control de la conducta y el pensamiento, mostrando que el control del «habla externa» puede controlar el comportamiento.

Por lo tanto, no es inocuo el neolenguaje, eliminada la literatura, de carácter «inclusivo, transversal, empoderador...» de nuestras telepantallas móviles y sus redes sociales, utilizado e impuesto con el fin de influir en el lenguaje, sobre todo del niño, conformando su conducta orientada por el Ministerio de la Verdad. Una maquieavélica política de imposición de lenguas, lenguajes, idiomas... y posverdades se cierne sobre nuestra cultura amenizada por la flauta de Hamelin y su disyuntiva entre eliminar ratas o apropiarse de los niños.

¿Estamos en aquel futuro cercano de Orwell?