El productor y crítico gastonómico Pepe Barrena ofrecerá hoy un recorrido por la historia del cine enfocado a aquellas producciones vinculadas a la cocina. Lo hará a las 19 horas, dentro del ciclo Cine y Gastronomía que se desarrolla en la Sede Universitaria de Alicante y promete ofrecer una panorámica «amena y divertida».

Barrena, galardonado con el Premio Nacional de Gastronomía en 2004 y fundador del festival Cinegourland, aclara que el cine gastronómico «no es un género en sí mismo pero cobra cada vez más importancia» en la gran pantalla. El especialista destaca que en la actualidad muchos festivales de cine cuentan con una sección de gastronomía, fundamentalmente documental, «que no hay que confundir con los ego-documentales de los chefs, que ahora todos tienen su libro y su película, con su ''yo, mi tierra y mi kilómetro cero'', a los que les falta un poco de imaginación», aclara.

Hoy realizará una presentación audiovisual con una selección de secuencias y cartelería de películas que considera «referenciales» del cine gastronómico y una explicación del porqué de su elección, «aliñado con reflexiones de lo que acontece en el mundo de la gastronomía actual», apunta sobre su charla .

Aunque no quiere desvelar las películas de las que hablará «para que sea sorpresa», pone como ejemplo la comedia de Marco Ferreri La Grande Bouffe (La gran comilona), en la que los personajes deciden suicidarse mediante un atracón de comida, «para explicar cómo ante una mariscada la primera gamba está de muerte y a los quince minutos estamos hartos de comer marisco, que me sirve para hablar de los menús degustación, con sus partidarios y sus detractores», indica.

De «Entre copas» a «Playtime»

Barrera afirma que películas como Tomates verdes fritos «no tienen nada de gastronómico salvo el título» y que un buen ejemplo de este cine sería el filme Entre copas, «importante porque entra en el mundo del vino pero también como ejemplo del cine como vehículo de comunicación o de marketing para modificar consumos, ya que en ella se habla del vino de uva pinot noir, que multiplicó su consumo en Estados Unidos tras la película».

El autor de los libros Comer de cine, Ostras con Aghata o El placer de la carne apunta algunas curiosidades, como que la película Playtime, de Jacques Tati, contiene la secuencia más larga de gastronomía en el cine, de más de 40 minutos en un restaurante, y añade que La vida es bella de Roberto Benigni incluye una de las secuencias «que mejor reconoce la labor de los camareros». Entre sus favoritas, concluye, estaría Pero... ¿quién mata a los grandes chefs? (1978), «que se adelantó a todo lo que ocurrió en la gastronomía treinta años después».