El militar valenciano Luis Antonio Salvago López ganó ayer el XXIV premio de novela Vargas Llosa, dotado con 12.000 euros y convocado por la Universidad de Murcia, la Fundación Caja Mediterráneo y la cátedra Vargas Llosa de la fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la UA, por su obra En nombre del padre, ambientada en la Guerra Civil.

El jurado subrayó que el autor ha escrito una novela «en la que se traza una opción ética en favor de la vida frente a la muerte, y en la que juega un papel muy importante la reflexión sobre la ambigüedad del destino y sobre la crueldad de las muertes en las guerras» y el hecho de que «la novela esté escrita con un estilo muy poderoso que sabe mantener en todo momento la tensión, el interés y el ritmo narrativo».

En la novela se cuenta la trayectoria vital de un joven, que vive en Tánger poco antes del comienzo de la Guerra Civil, y que es destinado a una compañía disciplinaria encargada de los fusilamientos en Cabo Juby, en el protectorado español en el norte de África.

Las duras peripecias personales allí vividas hasta finales de 1939, su lucha por la libertad personal, por su independencia vital, le harán crecer como persona en un ambiente duro y hostil, no solo por las condiciones del desierto africano, sino por la terrible tarea que debe llevar a cabo.

Luis Antonio Salvago López (Valencia, 1964), licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de València, es suboficial del Ejército del Aire destinado en la Base Aérea de Zaragoza.

Salvago López es autor de cuatro novelas y ha sido finalista del Premio Nadal 2018 con Bârân y del Premio Azorín 2017 con Lloverá en septiembre. « En el nombre de padre es la historia de aquellos que lucharon en el bando equivocado. Para ellos, el resultado de la guerra fue siempre una derrota», comenta el autor, que añade que su padre tenía un viejo álbum atado con una cuerda. El título de la portada decía: Cabo Juby, 1934. Tenía fotografías de aviones de la República, de saharauis, de él mismo vestido de soldado, jugando al fútbol en la playa o subido al motor de un avión.

«Él decía que la Guerra Civil le pilló en el desierto. No le gustaba hablar de ella, solo lo justo para decir que su padre y él lucharon en diferentes bandos. Me dijo también que vio el Dragon Rapide y que todos se preguntaron qué hacía ese avión aparcado en un lugar tan remoto», agrega.

No fue hasta que murió, con casi 98 años, que el autor abrió el álbum «para contemplarlo con otros ojos». Las mismas fotografías cobraron un sentido muy diferente. Aquellas personas trabajaban lejos de la metrópoli; las noticias llegaban tarde, censuradas, pasadas por el filtro del informador. Me pregunté cómo vivirían aquellos momentos del inicio de la Guerra Civil.

«Tan lejos, aislados en sus cuarteles y en sus pequeños destacamentos, imaginé el momento en el que tuvieron que escoger el bando en el que luchar, conscientes de que una equivocación podría llevarlos a la muerte», apunta.