Tras pasar por València, Taipei (Taiwan) y París, el Jardín Autómata de la artista alicantina Olga Diego recala en la sala municipal de exposiciones de la Lonja del Pescado hasta el próximo 23 de febrero. La muestra, un conjunto artístico formado por más de un centenar de esculturas gigantes inflable-electrónicas, se inspira en la Cabalgata del deseo, la escena central del Jardín de las delicias de El Bosco, pero si en la obra del pintor flamenco el pecado capital era la carne y el sexo, en la de Diego el mal llega transformado en plástico.

« Jardín Autómata habla del problema tan grave del plástico, que es nuestro mayor pecado actual. Necesitamos dejar de hablar y actuar cambiando nuestros hábitos de consumo», señaló ayer la artista alicantina, que se mueve en bicicleta, lleva su propia botella reutilizable de agua y empezó a gestar este proyecto mucho antes de la Cumbre del Clima celebrada en Madrid.

Producida en su totalidad en 2018 por el Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana, su director, José Luis Pérez Pont, destacó en Alicante que la instalación es «magnífica por su resolución artística y por el trasfondo de la obra, que sitúa el foco de atención en el problema de la contaminación medioambiental».

Esta «denuncia bella», como la calificó el concejal de Cultura, Antonio Manresa, no pretende ser una recreación de la pieza de El Bosco -«él tiene su universo y yo he creado el mío, sería muy osado copiarlo en hinchable», bromeó la artista- pero se apoya en esta obra maestra para alertar ante la futura «pérdida de nuestro paraíso» si no se ponen medidas.

«Yo utilizo el arte de forma placentera para plantear una reflexión. Este es un paraíso hermoso un universo de aire y plástico, pero podemos acabar en una burbuja que no tendrá sentido si no hay aire», explicó Diego en la que probablemente sea la última parada de la exposición, ya que el próximo año su autora desarrollará en Nueva York una residencia artística para investigar la futura «transformación» de su Jardín Autómata: «No quiero generar un residuo sino un nuevo resultado, un fósil que hable de este proyecto con otras cualidades», avanzó.

En la exposición, cada personaje, entre animales y humanoides, tiene incorporado un mecanismo electrónico que hace que la pieza se mueva simulando su respiración, además de que cada escultura lleva su propia luz de color. Algunas cuentan con «cicatrices» fruto de los traslados que la artista repara en cada muestra. Como ella dice, «están vivas».

La exposición en la Lonja de Alicante cuenta, además, con un atractivo especial que no se ha visto en otros espacios, ya que Diego expone, además de un video explicativo, un «laboratorio» en el que se refleja el proceso creativo de todo el proyecto.

Este laboratorio o parte trasera del Jardín Autómata permite al espectador conocer cómo se construyeron las piezas a través de decenas de fotografías, planos dibujos y bocetos, incluidas las cajas que transportaron las esculturas, y la obra paralela surgida en su itinerancia, tan poética como la instalación en sí. Olga Diego acudirá asiduamente «a trabajar»a la Lonja y hará visitas guiadas sobre el proyecto. «Queda fabuloso aquí», consideró.