Consciente de que son «los raros», los que parece «que se nos va la cabeza», Miguel Andrés (Yecla, 1982) decidió cambiar el mundo de la publicidad por el arte. Eso fue en 2008, cuando dice que vislumbró el camino buscado y encontró la performance -«o más bien la performance me encontró a mí»- como vehículo de expresión y, sobre todo, «como forma de activismo».

De ese trayecto entre la creatividad y la reivindicación, del uso del cuerpo como material artístico y del proceso hasta llegar ahí hablará el artista en el curso que ofrece desde hoy hasta el día 20 en el centro cultural las Cigarreras de Alicante. «No sé si la gente está preparada para enfrentarse a la performance, pero tiene que aceptar esa bofetada porque lo que hace es tocar todos los valores para intentar destruirlos», asegura. «Lo interesante es que te haga pensar porque estamos en la sociedad del conocimiento, que nos da información a un clic, pero estamos muy desinformados».

La justicia social, la reivindicación sexual, la búsqueda de un mundo utópico, la defensa de los derechos humanos o la crítica feroz al capitalismo son algunas de sus líneas de trabajo porque «la performance es mi forma de activismo, de poder contribuir a la sociedad para que despierte; me maravilla cuando después de haber hecho una pieza la gente te dice que le has abierto los ojos».

De hecho, afirma que el arte «me dio libertad», después de haber trabajado en un mundo «que va en contra de mis principios», en referencia a la publicidad, aunque en la performance «puedo aplicar cosas que aprendí, pero utilizando esas estrategias para un fin ético o reivindicar un mundo más justo».

Influenciado por artistas como Marina Abramovic, una de las pioneras de la performance, destaca que «el problema es que hoy en día, con todo el tiempo que ha pasado, la performance sigue siendo igual de transgresora. El desnudo ahora mismo es algo súper transgresor para la sociedad, y eso sorprende, por eso el trabajo está en intentar no ir para atrás y hacer un pulso con la sociedad para replantearlo todo.... vamos a intentar retroceder lo mínimo».

El cuerpo humano, el suyo, supone para Miguel Andrés «mi lienzo para trabajar». «Siempre me ha llamado la atención trabajar con mi cuerpo y para mí es la manera de hacer lo que quiero, aunque no todos mis trabajos son desnudos», añade este artista que ha participado en numerosas exposiciones y festivales, además de dedicarse a la enseñanza del performance art ejerciendo como profesor en Inperiencia Centro de Investigación Escénica. «Muchas piezas que pienso que funcionan mejor desnudo luego no es necesario y al revés. Es la investigación en la propia exhibición».

De hecho, la performance es efímera e irrepetible como tal, algo que para el artista es más una ventaja que un inconveniente. «Supone vivir el momento, es presente, saber que no va a haber nada igual y poder crear en la propia pieza. Cuando hago una obra llego a conclusiones dentro de ese estado casi meditativo que me llevan a generar cosas que ni siquiera había tenido en cuenta; y cuando interactúas con el público también tienes que ir abierto a lo que pueda pasar».

Miguel Andrés apunta que «no hay que objetizarlo todo; para mí es una experiencia, compartir con los espectadores... no todo es el objeto y la venta, la performance te permite vivir la obra». Y vivirla como quiere, porque «yo tampoco hago mi arte para que guste, para dejar a la gente contenta o recibir halagos; es más para transmitir lo que pienso», aunque «ser artista independiente es duro porque no quiero entrar en el circuito de galerías, en el arte como un acto comercial. Tengo que ser coherente».