He visto cosas que vosotros no creeríais. He visto a David Gahan hacer que decenas de miles de personas alzaran los brazos por encima de sus cabezas y los ondearan como las corrientes mueven las algas en el fondo marino mientras la banda entonaba Never let me down. He visto a Depeche Mode cantar Useless en Madrid tras seguirlos por media España esperanzado de que lo hicieran. He visto a The Cure tocar Charlotte sometimes y he saltado de emoción al reconocer los primeros compases de Killing an arab durante su actuación de 40 aniversario en Hyde Park. He visto a Bunbury a un palmo de mis narices ejecutar Maldito duende mientras le sujetaba para que no se venciera sobre el público que le rodeaba. He entrevistado en el camerino de una plaza de toros a Héroes del Silencio y escucharles jurar que jamás harían un álbum "desenchufado"; y he comprado en el mercado pirata años después un CD de ellos titulado Unplugged. He chocado la mano con Brett Anderson en La Riviera al tiempo que otras mil personas le acompañábamos en el estribillo de New generation. He visto a Paul McCartney subirse a un escenario en el Bernabeu y cantar Yesterday y luego versionar Something para dedicársela a su amigo George Harrison. He visto a un hombre pequeño llamado Brian Molko a muy pocos metros de mí en un lugar donde ni él mismo habría imaginado estar jamás, y verle convertido en gigante momentos después a pie de escenario junto al resto de Placebo descerrajando Nancy boy. He visto en Barcelona la exposición David Bowie is con la misma emoción con que dos años antes viajé a Londres para adentrarme por primera vez en el universo íntimo de un mito. He pisado el estudio de París donde Picasso pintó el Guernica y comido un Año Nuevo en el mismo sitio donde el genio malagueño paraba a tomar café con Paquerette y Man Ray. Me he detenido ante la tumba de Jim Morrison, de mierda hasta arriba, en el cementerio de Pére Lachaise, besado el mausoleo de Oscar Wilde, acariciado la oronda forma testicular del periodista Victor Noir y me he arrodillado ante las lápidas de Julio Cortázar, Emilio Zola y La Goulue en el camposanto de Montmartre. He paseado por el distrito de Kreuzberg en Berlín, muy cerca de donde Iggy Pop y David Bowie registraron obras maestras para la posteridad y se convirtieron en héroes para siempre. He pisado el punto exacto del callejón londinense donde se fotografió la portada de Ziggy Stardust. He llorado mientras Bruce Springsteen atacaba en Madrid el estribillo de The river. He visto la tristeza en la mirada de Dolores O'Riordan y a New Order interpretando Love will tear us apart. He visto cientos de veces El Padrino y memorizado sus diálogos más allá de lo enfermizo. Asistí con mi madre al estreno de Grease e hice que me llevara de nuevo a ver la película en otras nueve sesiones de tarde en el mismo mes. Y ella vino conmigo. He oído a mi padre preguntarme por qué no podía entrar a El Corte Inglés por la misma puerta que todo el mundo cuando le pedí que me regalara por navidad el álbum de Led Zeppelin Entrando por la puerta de salida. Esté donde esté, he puesto cada 1 de enero desde hace años, después de las campanadas, Rock and roll de Led Zeppelin porque pienso que así los próximos doce meses serán mejores. He estado en el local de Tablada 25 con Parálisis Permanente y escuchar cómo Eduardo Benavente le preguntaba extrañado a Antonio si había votado en unas elecciones. He estado en el entierro de Eduardo Benavente y visto llorar a Loquillo. He escuchado a Jaime Urrutia preguntarle a Carlos Segarra por qué yo sabía más que Jaime de su propia vida. He caminado con Jaime Urrutia por una calle de Benidorm cantando a coro Tren especial, la canción prohibida de Gabinete Caligari. He oído a Jaime desgañitarse cantando Obediencia en el Colegio Mayor Mendel y a un punk con una esvástica en el brazo en un concierto de Parálisis. He visto a Radio Futura tocar Interferencias en el Rock Ola y a los punks escupiendo a Germán Coppini con Siniestro Total. He visto a Antonio Vega sobre un escenario poco antes de su fallecimiento y me he preguntado cómo alguien con la muerte en el rostro podía seguir pareciendo el genio que era. He leído el Quijote dos veces y la Biblia ninguna. He visto a Police en el año 81 en Usera y a los grises dar porrazos a la salida del concierto por el único motivo de que allí se había escuchado música moderna. He oído al Zurdo poner verde al cantante de Décima Víctima y he escuchado el desprecio de éste último hacia el vocalista de Kaka de Luxe, Paraíso y La Mode. He visto a Santiago Auserón en Rock Ola rechazando un polvo y al segundo batería de Los Pegamoides en las fiestas de Benidorm buscando polvo. He visto a Vargas Llosa estampando su firma en un ejemplar mío de La ciudad y los perros y luego le he encontrado como parte del público junto a la exmujer de Julio Iglesias en un programa de cocina. He visto a Camarón y a José Mari Manzanares riéndose a pierna suelta en un camerino y he visto la puerta exterior de Le Bataclan llena de ramos de flores. He visto a punks y a heavies dándose de hostias en la Plaza de España y a rockers y mods haciendo lo propio en Argüelles. He visto un rocker de raza negra con la bandera sudista cosida en su chaqueta. He visto fascinado el cuerpo menudo de Patti Smith. He visto a Miguel Ríos y a Leño de gira por plazas de toros. He visto, he visto, he oído. He visto Blade Runner el año de su estreno. Y quiero seguir viendo. No he visto atacar naves en llamas más allá de Orión. No he visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Tampoco creo que haga falta. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. He visto libros de Nietzsche apilados en cajas de mudanza, y he leído cosas. De entre todas ellas, yo me quedo con ésta: "¿Es esto la vida?, le diré a la muerte. Pues que empiece otra vez".