P ¿Qué cree que se ha valorado de su trabajo?

R Entiendo que sobre todo una apuesta un poco diferente en los telediarios. No hemos inventado nada, pero sí pretendemos darle otro cuerpo. Los informativos de la televisión son formatos muy rígidos, pero se trata de añadir otros elementos... En el informativo de las tres, cuando las noticias están bullendo, es más complicado, en cambio, en el de la noche se puede buscar algo de contexto, alguna entrevista en directo o, si la ocasión lo merece, salir a la calle a hacer telediarios donde haya noticias de alcance. Nosotros lo estamos disfrutando, porque lo contamos de otra manera, y el telespectador lo está acogiendo muy positivamente.

P Cómo le gusta salir del plató...

R Sí. He estado ocho años como corresponsal, en despliegues, en coberturas, en noticias de alcance de última hora... y estoy muy acostumbrado a eso. Es lo que más me gusta de esta profesión. Y poder incorporar ese perfil a un Telediario es un reto apasionante. No es lo mismo poder ir a los sitios y ver con tus ojos lo que pasa que estar en un plató. Se transmiten las cosas de otra manera.

P Parece que nunca dejará de ser reportero....

R El reporterismo es lo que más he disfrutado. Y me apasiona la política internacional, con lo cual poder ser corresponsal era para mí un sueño que he podido cumplir.

P Y lo ha sido en dos grandes potencias muy contrapuestas.

R Sí. En unos momentos muy tensos y de mucha crispación entre ambos países, he tenido la suerte de comprobar cómo se ve el mundo desde Moscú y cómo desde Washington.

P Eso le da una mayor perspectiva del mundo.

R Creo que sí. Además, el ser corresponsal te enseña a despojarte de prejuicios. Te obliga un poco a evaluarlos. Todos tenemos una idea previa del país al que vas a través de las películas o lo que sea. Y al llegar allí, se te caen algunos prejuicios y otros se fortalecen. Ese ejercicio resulta muy interesante, profesional y personalmente.

P ¿Le preocupa que ese trabajo no se vea recompensado con una buena audiencia?

R La audiencia, aunque sea en una televisión pública, preocupa. Porque somos servicio público, sí, pero nuestra intención pasa por llegar a la mayor cantidad de telespectadores posible. Aunque también tiene una ventaja: que los ritmos y los presiones, esa tiranía de la audiencia, no son tan intensos como en una televisión privada. Y eso te permite centrarte más en la calidad.