«Yo no quería cantarla y a mi mujer tampoco le gustaba nada. La que menos de todas. Al final la grabé y todavía a día de hoy la tengo que interpretar como si alguien me la hubiese compuesto a mí», reconoce el veterano músico sobre su gran éxito ¿Y cómo es él? Cuenta que esa canción la escribió pensando en realidad en Julio Iglesias tras recibir una llamada de Ramón Arcusa (Dúo Dinámico), productor entonces del madrileño.

«Era una canción escrita a la medida del momento que vivía, separado desde hacía no mucho, cuando Isabel Preysler ya estaba con el marqués de Griñón. En sus letras siempre ha sido muy íntimo y visceral y los tonos eran muy de él también, pero se la enseñé a mi compañía y me dijeron: Esta la cantas tú y va a ser un trancazo», rememora Perales (Castejón, 1945).

Y lo fue, con su voz, igual que Un velero llamado libertad o Te quiero, temas recogidos en un disco con quince de sus mayores éxitos titulado Recuerdos, anexo a otro, Retratos, en el que incorpora diez que escribió para terceros, caso de Por qué te vas de Jeanette o Buenos días, tristeza de Isabel Pantoja. «Es un juego eso de trasvestirte en el otro. Hay que conocerlo mucho o al menos la imagen que se tiene de ellos», señala el manchego, que ha sido «sastre» de gente tan variopinta como Rocío Jurado, Miguel Bosé y Raphael, para el que escribió Yo sigo siendo aquel o Frente al espejo.

El tercer vértice de este álbum recopilatorio de Perales es, no obstante, del que más satisfecho se siente, Melodías perdidas, una «espina» que se ha sacado al recuperar aquellas canciones no suficientemente ponderadas en su momento y que nunca fueron sencillos «por no ser comerciales». «La que más me dolía por ser tan biográfica es Recuerdo un tren, que cuenta mi salida de mi pueblo para estudiar con una beca en la Universidad Laboral de Sevilla, un viaje de 14 horas desde Madrid, con una parada en Aranjuez para tomar una torta de azúcar y un café en la cantina de la estación. Quizás es la que más me hace llorar», señala.

Todas estas canciones las ha regrabado. «Mi voz está más madura, las técnicas de grabación son mucho más avanzadas que en el año setenta y tantos, y hay un productor especial para mí que es mi hijo Pablo, con una formación excepcional en el Berklee College of Music», destaca sobre esta obra grabada en Los Ángeles con un equipo de músicos y arregladores americanos dirigidos por el multipremiado español Rafa Sardina.

«La que no está ni estará nunca es Niebla. Es la peor canción que he hecho nunca y sin embargo es el origen de mi trabajo como autor. Cuando la terminé en Sevilla con 16 años y la grabé en casete con una guitarrilla a duras penas y con cuatro acordillos que son los que aún me sé, fue cuando me dije: quiero ser compositor», recuerda.

Tras sesenta años de trastear con las notas, algo más de cincuenta de presentarse como solista en un festival de esa universidad que le deparó su primer premio, Perales dice adiós a los escenarios con una gira de despedida. «Ya con Calma (2016) me miré al espejo para confrontar si estaba bien. Entonces mi voz lo estaba, mejor que antes, pero ¿me quedaban cosas por hacer? La respuesta fue volver a mi época más feliz, cuando empecé a escribir para los demás y para mí debajo de una higuera, en la soledad del campo, lejos de la tensión que trae consigo esta profesión», alega.