«Beneficiar y divertir». Ese es el lema que María Luisa Albert Leach ha puesto en práctica al recibirnos en su casa de la huerta alicantina y ofrecernos en su bucólica finca unas muestras exquisitas y, con ellas, el conocimiento y la veneración por ese emblemático vino: el Fondillón. La sabia «divisa» de esta gentil anfitriona es una verdadera declaración de principios: aunar la promesa de placer y el carácter amable, vital y gozoso que desprende, junto al destacable aporte de beneficios y sostén económico que puede derivarse de su cultivo exigente, conocimiento técnico y expansión comercial. Lo ameno y lo productivo vinculados a este prodigioso vino.

Hoy se espera que un vino tenga una personalidad propia que manifieste su unión con el terroir del que procede y cuya producción limitada garantice que se trata de un producto ecológico y sostenible: tales rasgos definen el Fondillón, que como buen clásico, hace perdurar esas características que lo convierten en el fruto más aclamado de la Huerta de Alicante.

El Fondillón vive ahora, afortunadamente, un momento estelar, al que sin duda han contribuido generosamente estudiosos y expertos que han explorado en su historia y han revitalizado productos amenazados de extinción; expertos como la familia Poveda: finos intelectuales y sutiles catadores (como también lo fue el profesor Javier Carmona) que han impulsado su conocimiento científico y difundido sus virtudes tras nuestras fronteras; y desde luego, personas como María Luisa, una notable mujer que ha actuado como verdadero custodio de una inveterada tradición que se remonta a los principios del siglo XIX (la etiqueta Fondillón 1830 J. Leach Giró aparece ya en la publicación del profesor Carmona Pág. 28).

Su amable salvaguardia ha cristalizado en una fundación creada por su familia con objetivo de promover, conservar e investigar el Fondillón, encaminada a proteger y preservar el patrimonio enológico, histórico y cultural de Alicante. La finca sede de dicha Fundación cuenta con una antigüedad documentada de cuatro siglos; su bodega «está diseñada (como señala Antonio Campos Pardillos) para realizar todo el proceso posterior a la vendimia en terreno propio, desde la llegada de la uva hasta su envase en toneles […] y aquí raramente se conservó su primitivo diseño porque la filoxera del XIX supuso un cambio en el destino de esos espacios». Es un auténtico milagro que hayan perdurado, respetándose con tal fidelidad, los elementos materiales y formales que la conforman.

A la espera de que la D.O. incluya este vino entre los que reúnen los requisitos de elaboración establecidos por el Consejo para certificar su autenticidad, María Luisa sigue erigiéndose como ilustre guardiana de una tradición secular. Generosidad, trabajo e ilusión hacen posible que hoy podamos disfrutar del mejor legado de una familia que, generación tras generación, ha hecho del tiempo su aliado.

Esta encomiable iniciativa de rescatar también parte de la historia de su familia (conservando el alma del pasado, pero proyectando la esperanza en el porvenir con la última bodega hortelana de Alicante que produce Fondillón) se suma a todos los que con su generoso esfuerzo han hecho posible no solo su recuperación, sino el comienzo de una verdadera edad de oro para este maravilloso elixir, cargado de historia pero con un futuro prometedor.