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Censuras, recuperaciones y otro sindiós electoral

Censuras, recuperaciones y otro sindiós electoral

Cómo sube la moral ver a esos toreros que han divisado la barca de Caronte casi en la otra orilla y que en esta semana se han dejado ver bien vivos y coleando. Con la ciencia médica de prodigio intercesor. El miércoles recibía el alta hospitalaria Gonzalo Caballero, tan desafiante como siempre, de cuya voz volvimos a escuchar esa asunción subyugante de la muerte que se va a borbotones por la herida del humano vestido de luces. Solo esa dureza justifica el sacrificio taurino. El del toro y el del torero. La grandeza moral del hombre llega a su cenit en estos toreros que han visto a la muerte de frente, con su guadaña y todo. Igual que Mariano de la Viña, a quien se ha podido ver en las redes sociales de su jefe de filas, Enrique Ponce, con el color de la vida brillando en la cara. Según el doctor Val Carreres, como máximo en un par de semanas recibirá el alta hospitalaria. Heroicidad, milagro, ciencia... Pónganle el sustantivo que ustedes prefieran.

Anima también conocer el éxito que ha tenido en estos días la exposición que la Unión de Criadores del Toro de Lidia ha mostrado en los pasillos centrales del Parlamento Europeo, bajo el título de «Toro bravo, guardián de la biodiversidad», y que ha pretendido no solo defender, sino mostrar como ejemplo de sostenibilidad la crianza del toro bravo en el entorno de la dehesa, de cara al debate de la futura Política Agraria Común (PAC). Europa es, sin duda, un ruedo importantísimo donde la tauromaquia debe hacerse valer frente al tropel animalista que cada día también está más presente en sus instituciones y pretende pasar por ecologismo.

Y es que es importante que todos los estamentos taurinos afronten los retos del futuro de la fiesta. Otro ejemplo, esa caída en picado del número de novilladas con y sin picadores. Precisamente el miércoles se conocía también que el jurado del Premio Nacional de Tauromaquia, reunido en el Ministerio de Cultura y Deporte, distinguía con su premio al Foro de Promoción, Defensa y Debate de las Novilladas. Toda una bofetada a cuantos se enriquecen con el sistema y han dejado de lado el vivero y futuro del toreo. A ver si empiezan a tomar nota. Esta asociación de municipios no solo organiza festejos menores, sino que está buscando posibilidades de abaratar sus costes como primera medida para recobrar el necesario vigor de los escalafones menores. Ojalá no sea demasiado tarde.

Pero como no todo van a ser alegrías, hace unos días nos enterábamos del enésimo ataque censor a la tauromaquia. Ha tenido como responsable a la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Valencia, en manos de Glòria Tello, que ha paralizado desde junio una publicación titulada «València. Ephemera y publicidad», sobre anuncios y mensajes diseñados para una corta permanencia en el tiempo publicados entre 1850 y 1950, por la única razón de que se recogían alrededor de una treintena de imágenes históricas de temática taurina que la concejala en cuestión exigía retirar para proceder a la publicación del libro. La ignorancia es muy osada, y la incultura, por mucha concejalía que se intitule, campa a sus anchas cuando la intolerancia y el totalitarismo intelectual asumen el mando.

Y mientras que esperamos con ilusión ese mano a mano anunciado para el próximo jueves, 14 de noviembre, entre Luis Francisco Esplá y Víctor Mendes en el salón de actos de la Agencia de Desarrollo Local, junto al ayuntamiento, no podemos obviar este batiburrillo de siglas, colores y despropósitos sometidos hoy de nuevo a elecciones. Mucho talante habrán de tener los mismos que han demostrado no tener ninguno para llegar a acuerdos que no crispen más al personal. Taurinamente, conviene que no haya ruido, que la vida corra por su propio cauce, que las administraciones solo se dediquen a mediar para que todo se dé según las normas, y se olviden de querer imponer vetos, prohibir libertades al pueblo, negar tradiciones que forman parte de nuestra propia vida. Qué difícil demandarles sentido común. Oh, tempora, oh mores...

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