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Punto y aparte

Alejandro Amenábar: «Hay un alto porcentaje de gente en España que admira a Franco»

Amenábar junto a Karra Elejalde, durante el rodaje de la película.

No se ha llevado ningún reconocimiento en el Festival Internacional de San Sebastián, pero Alejandro Amenábar (Santiago de Chile, 1972), ganador de un Oscar y nueve Goyas, ha conseguido lo más importante, que se hable todavía más de Mientras dure la guerra, su última película, con la que ya generó polémica antes de su estreno y donde recrea «con todo el rigor posible» uno de los capítulos más oscuros de la historia de España.

«No demuestro un gran olfato comercial al haber hecho esta película» -decía con media sonrisa tras su preestreno en el Festival de San Sebastián, justo antes de su llegada a la cartelera, consciente del revuelo montado. Pero se equivocaba, porque en su primer fin de semana ha ocupado el primer puesto de la taquilla, con una recaudación de 1,2 millones de euros.

No obstante, lo importante para él era «conseguir que la gente hable de las cosas de las que habla la película, aunque nunca sabes qué va a pasar» y recuerda cuando hace más de diez años rodó Mar adentro. «Y seguimos igual, sin una ley que legalice la eutanasia», lamenta. Precisamente, la Guerra Civil ha dejado de ser un tabú en el séptimo arte y son cada vez más las películas que en los últimos años se atreven a hablar de ella. De hecho, también se erige como trasfondo en otra de las películas presentadas en el certamen, La trinchera infinita, que ha logrado alzarse con la Concha de Plata a la mejor dirección y ha sido premiada también al mejor guión. «Yo pensaba que la Guerra Civil no me tocaba ni directa ni indirectamente, pero hace poco descubrí que, en el fondo, ese viaje de ida y vuelta que hizo mi familia, de España a Chile y de Chile a España, está marcado por dos golpes de Estado, o sea que estoy marcado por ella más de lo que pudiera pensar», cuenta.

Ochenta y tres años después, las heridas siguen abiertas. Los miembros de la Legión han atacado la película antes siquiera de ver su retrato del militar José Millán-Astray, fundador de esta institución, magistralmente interpretado por Eduard Fernández. Es «material inflamable» a día de hoy, afirma. «Un día me paró una señora por la calle y me dijo 'oye, ¿vas a hacer una película sobre Franco? Sácalo como era, '¡un asesino!'. Pero dos días después, otro señor me paró y me dijo '¡Cuidado con mi Franco!». Es decir, «existe esa división de las dos Españas y hay un alto porcentaje de gente que admira a Franco, algo que no pasa en Alemania con Hitler», advierte.

Exhumación

Sobre la exhumación del dictador, el dictador piensa que «es bastante anacrónico que Franco esté en un sitio de culto y creo que lo tendrán que sacar. Entiendo la oposición de la familia, claro, qué van a decir, pero se debería haber hecho hace tiempo». Franco se convierte en protagonista de la historia. «Quería mostrarlo con todas sus limitaciones: con esa pinta de hombrecito que tenía, con su vocecita... pero eso no le impide, con tesón, voluntad y astucia, autocoronarse emperador de España y vivir como un rey hasta su muerte. Al principio parece un fantoche frente a los alemanes, pero luego vas descubriendo que el que manejaba los hilos posiblemente fuese él. Lo más complicado era que el personaje resultara inquietante sin renunciar a esos elementos aparentemente cómicos», explica.

No obstante, es el propio Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864 - Salamanca, 1936) quien vertebra la película, dada su oportunidad de conocer ambas facciones. Por un lado, sufrió la persecución de los intelectuales de la época y por otro, la admiración de Franco y su mujer Carmen Polo por sus obras de espíritu católico le permitieron entrevistarse con ellos para pedirles, sin éxito, la liberación de sus amigos, Atilano Coco y Salvador Vila. Así, el filósofo y escritor vasco se convirtió en el punto de partida para escribir el guión de la película, sobre todo, por su discurso en la Universidad de Salamanca: «Venceréis, pero no convenceréis». «Me pareció un momentazo cinematográfico ver a este señor ya mayor en un acto de valentía, cuando se puso en pie y dijo lo que dijo. Puso en riesgo su integridad física, pero fue salvado por la propia mujer de Franco», destaca.

Un episodio que le llevó a adentrarse en un concienzudo análisis de su obra y su figura. «Estudié a Unamuno en el Bachillerato, pero desconocía cuál había sido su posicionamiento durante la Guerra Civil y me interesó mucho porque se corresponde con esa tercera España que no quiere ser llevada a la sangre. Él, que hablaba siempre de guerra, pero hablaba de guerra racional, se niega a ser arrastrado por unos y por otros», relata.

En opinión de Amenábar, «su gran equivocación fue lanzarse a apoyar el golpe de Estado y eso le tuvo que pesar mucho para que hiciera lo que hizo. Estoy seguro de que vivió un auténtico infierno en su casa y eso es algo que puede traslucirse en sus entrevistas, donde parece un león enjaulado, no se atreve a hablar».

Y su gran logro «es que al final le echó valor con su discurso y consiguió ser coherente con el resto de su vida. Habría sido un terrible manchón si no se hubiera levantado en el Paraninfo. Y creo que en esa especie de inmolación estaba pensando en cómo quería ser recordado», advierte.

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