Una propuesta ha empezado a sobrevolar, todavía tímidamente, los grandes centros de decisión europeos: la posibilidad de limitar de algún modo los vuelos turísticos, es decir, aquellos que se consideran menos necesarios. Cada vez tienen más seguidores los también incipientes movimientos sociales que apuestan por prescindir del avión como medio de transporte, sobre todo si es posible usar el tren (mucho menos contaminante) o incluso el automóvil. A modo de ejemplo, según el portal Ecorresponsabilidad, el trayecto Madrid-Barcelona en avión genera 73 kilos de CO2 por pasajero, frente a los nueve kilos del tren. Para volar de Madrid a Valencia se generan 43 kilos de CO2 por persona, mientras que si se va en tren, la cifra cae a los cinco kilos. Teniendo en cuenta el tiempo de espera en el aeropuerto, la diferencia de tiempo para cubrir ese trayecto con el tren (algo más del doble) queda bastante igualada. La diputada holandesa Suzanne Kröger, del partido GroenLinks, ha presentado un proyecto de ley para suprimir los vuelos entre Amsterdam y Bruselas. En Francia, el diputado François Ruffin, de La France Insoumise, pide lo mismo para los vuelos París-Marsella, que en avión se cubren en una hora y cuarto y en algo más de tres horas en tren. Pero el avión emite 99 kilos de CO2 por pasajero, mientras que el AVE solo ocho kilos. En España, algunos medios han publicado que el Gobierno estudia limitar los vuelos de corto trayecto que puedan hacerse en tren, al objeto de reducir las emisiones provocadas por el transporte áreo. El debate está ya sobre la mesa.