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Olga Diego ilumina la sede de la Unesco en París

La artista alicantina instala en el organismo de la ONU 60 esculturas de su recreación del Jardín de las Delicias para reflexionar sobre el uso de plásticos

Esculturas hinchables del Jardín Autómata de Olga Diego inaugurado ayer en la sede de la Unesco en París.

Si en el Jardín de las delicias de El Bosco el sexo era el pecado capital, en el Jardín Autómata de la artista Olga Diego, que recrea la gran obra del pintor holandés, el gran pecado original es el plástico. Y de plástico ha llenado la alicantina -porque de su exceso quiere hablar- la sede de la Unesco en París, donde ayer inauguró su proyecto con más de 60 esculturas hinchables inspiradas en la Cabalgata del deseo pintada en el centro de la obra de El Bosco.

Cada escultura de animales y humanoides, algunas de más de cinco metros de altura, lleva instalado un mecanismo electrónico que convierte las piezas en animales en movimiento con su propia luz interior, pero en este espacio «muy transitado y diáfano, en el que entra la luz natural se aprecian más las transparencias, parece que los personajes respiren y es otra versión frente a las instalaciones realizadas en Valencia y Taipei, en lugares cerrados sin luz natural», explicó ayer Olga Diego desde París, tras avanzar que la próxima exposición de su Jardín Autómata será la Lonja de Alicante con una «sorpresa» adicional.

La artista se mostró «muy agradecida» al Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana por haberle encargado un proyecto que ha viajado hasta la sede de la Unesco, «una institución vinculada a la cultura y la educación que sirve de plataforma para hablar del problema de contaminación medioambiental que genera el uso de plásticos, que es lo que intenta transmitir esta obra, al que hay que poner freno de forma urgente porque, si no, acabaremos todos convertidos en plástico».

«Las piezas son muy bonitas pero para mí el reto era crear un Jardín de las delicias con un mensaje de fondo. Yo he creado personajes fantásticos, que son muy habituales en mi obra, pero detrás de la belleza de las esculturas el Jardín Autómata sí lleva el mensaje de que el mayor pecado actual es el plástico y el consumo desmedido. Propongo reflexionar pero sin llevar la reflexión por delante».

Sobre el futuro que dará a esta obra, Diego investigará en Nueva York su transformación o «jibarización» en una obra permanente.

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