Las cámaras ya disparaban a Camilo Sesto en los setenta encima de un escenario y con el micrófono en la mano. Una estampa que se repetiría durante muchos años hasta ahora, cuando todo el mundo lamenta la pérdida del hijo de Alcoy. Precisamente allí, en su pueblo natal, fue donde se fraguaron algunas imágenes que deja el artista, como, entre muchas otras, la de un concierto al inicio de su trayectoria cuyos beneficios irían destinados a pagar el viaje de fin de curso de los estudiantes del colegio La Salle. Sesto pronto encauzó su carrera en dirección al éxito y durante seis décadas sus discos no dejaron de venderse, con picos de récord que le situaban en la cúspide. Tras protagonizar la ópera rock Jesucristo Superstar, le pagaron 50.000 dólares por afeitarse la barba y los donó a un centro de huérfanos. Su música suma miles de historias y anécdotas.
Adiós a la voz de una generación