En Calasparra es sabida la importancia que se le da a la presentación de los novillos. Ciertamente los del Puerto de San Lorenzo cumplieron en ese aspecto. Pero en ninguno más. Qué abanico de mansedumbre, descastamiento y ansias de huir. Durísimo examen para quien, como Santiago Esplá, debutaba ayer con los del castoreño.

Su primero añadió, además, una lidia nefasta. Tras varias entradas al caballo sin atino, demasiados capotazos y encontronazos a destiempo con las troneras, Lecherito demandaba un mando y un poder en las telas para los que el joven alicantino quizá no estaba preparado. Le había endilgado un ramillete de verónicas con empaque bien rematadas con dos medias. Y luego un quite de chicuelinas y navarras vistoso. En banderillas anduvo con cierta soltura, más brillante en el sexto. Con la muleta hubo algunos momentos con la diestra limpios, algún natural de buen aire también, aunque faltó mando y sometimiento. Había brindado a sus padres. Remató de más de media estocada atravesada eficaz.

¡Qué importante es una buena lidia! ¡Y qué bien picó el oriolano José María Tafalla, Remache III, a Caraseria! Era el sexto de la tarde y había manseado como sus hermanos. Como la seda se quedó tras dos puyazos de bandera. Cómo toreó con la montura, cómo ofreció los pechos de la cabalgadura, cómo se agarró en la misma cruz. El abc de la suerte de varas, tan bella cuando se ejecuta bien. El momento álgido del festejo, sin duda. Le invitó a saludar Esplá, buen detalle. Igual que estar siempre bien situado en la lidia toda la tarde. Luego el animal se mostró reservón, y faltó algo de apuesta, citar menos al hilo y cruzarse para poder sacar agua de un pozo tan podrido. Hábil y decidido lo pasaportó de una estocada muy certera. Sabor agridulce final. Saludos y palmas su balance. En el «debe» queda adquirir mayor sitio y dar el paso sin fisuras; en el «haber», no perder nunca la compostura, el sentido completo de la lidia y la mucha ilusión mostrada.

Tampoco Diego San Román acabó de encontrarse con un lote complejo. Buen ramillete de verónicas al cuarto, valiente disposición toda la tarde y poco más. Tampoco había lugar. Saludos y silencio. Mejor Alejandro Mora, templado ante lo poco que le dejó el segundo, y apostando ante los arreones del quinto. El que más gustó al público que llenó en su mitad los tendidos. Saludó en ambos.