«Podemos decir que este verano ha quedado clara la fortaleza del sector», opina Albert Salmerón, presidente de la Asociación de Promotores Musicales (APM), la mayoritaria del sector en el país. «Definitivamente es un mercado estable, pero no estático. Nuestro campo es la innovación, la creatividad y el arte, y eso siempre conlleva cierto riesgo2, apostilla.

Tras varios años continuados de bonanza, las primeras señales de alarma se encendieron cuando en mayo, a solo unas semanas del Primavera Sound, el siempre celebrado festival barcelonés no había colgado el cartel de abonos agotados, a diferencia de otras ediciones. En la ciudad condal el remedio fue abrir el abanico y dar entrada a figuras del pop «mainstream» como Miley Cyrus o Carly Rae Jepsen y, sobre todo, al tan en boga urbano latino, con Rosalía y J Balvin al frente.Esta jugada, que se veía en festivales menores desde hacía algún tiempo y que en 2019 fue cada vez más replicada, dio sus frutos y Primavera Sound terminó igualando su mejor registro del año anterior: 220.000 personas, esta vez con una jornada récord en la que cobijó a 63.000 espectadores.

«Pero sobre todo ha sido el año de The New Normal y del cartel paritario, con una variedad estilística de la que estamos particularmente orgullosos y con un público también más variado y entregado que nunca», destaca Alfonso Lanza, su codirector, para quien «se hace necesario renovar».

La suya no fue la única proeza. Por delante en cuanto a asistencia figuraron el Arenal Sound de Burriana (Castellón), de nuevo con unos 300.000 jóvenes que a ciegas respecto al cartel agotaron todo el aforo cuatro meses antes, y el electrónico Medusa Sunbeach de Cullera (València), por primera vez en la posición reina al pasar de 300.000 a 315.000 visitantes con el incremento de escenarios.Con su programación particular, centrada en el rock nacional y el hip hop, también mejoró sus cifras notablemente el Viña Rock de Villarobledo (Albacete), de 210.000 a 240.000 personas.

Por este orden, más festivales que lograron poner un signo ascendente a 2019 fueron el almeriense Dreambeach Villaricos (de 155.000 a 160.000), el malagueño Weekend Beach (de 140.000 a 150.000), el gaditano Cabo de Plata (115.000 a 132.000) y el burgalés Sonorama de Aranda de Duero (de 100.000 a 110.000). También el Resurrection de Viveiro (Lugo), cuyo hard rock reclutó a 102.000 personas (81.350 en 2018), así como el madrileño A Summer Story (de 80.000 a 100.000), O Son Do Camiño en Santiago de Compostela (de 84.000 a 100.000), el murciano Warm Up Levante (de 70.000 a 80.000) o el barcelonés Cruïlla con Kylie Minogue en cartel (de 57.000 a 75.000). El Rototom Sunsplash de Burriana (Castellón), que culminó este jueves, se quedó muy cerca del registro anterior (de 208.000 a 202.000), mientras que el Low de Benidorm (Alicante) replicó su tope de asistencia (75.000).

En la otra cara, el Festival Internacional de Benicàssim (FIB), otrora emblema de los macrofestivales en España, pasó este año de 170.000 a 114.000 espectadores, a la espera del desembarco en su próxima edición de nuevos propietarios, los responsables de Arenal Sound. Otro festival que vio mermar notablemente sus visitas fue Mad Cool, la tercera cita de 2018 con 240.000 personas. Este año, con un día más concebido como prefiesta y Rosalía como cabeza de cartel, bajó a 186.000. «Las cifras de ventas las hemos defendido bien en relación al potencial del cartel de esta edición», asegura su codirector, Javier Arnaiz, algo que achaca a la falta de headliners a nivel europeo. El BBK Live de Bilbao pasó de 120.000 a 112.000 espectadores.

Lucha contra las instituciones

Un enemigo con el que se encuentran los eventos musicales son las instituciones públicas.La APM pide a las administraciones una mayor sensibilidad con los festivales de música, que se queja de la «inseguridad jurídica» tras las situaciones vividas por Doctor Music y Sónar. A solo tres meses de su celebración, el informe negativo de la Agencia Catalana del Agua (ACA) llevó al primero a cambiar su icónica y verde ubicación al circuito de Montmeló (Barcelona) y, finalmente, a su cancelación. Sónar 2019 fue realidad gracias solo a una resolución judicial que prohibía paralizar las labores de montaje de sus instalaciones. Pero pasó de 126.000 asistentes a 105.000.

Al filo del top 20 de festivales, otro caso de desplome de cifras fue el Download, que se dejó casi un tercio este año, hasta las 70.000 personas (de 105.500 anteriores), en una edición que no pudo contar con mastodontes como los de 2018 (Guns N'Roses, Marilyn Manson u Ozzy Osbourne).