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Bicentenario Balmis

Isabel Zendal, la enfermera de la expedición

Isabel Zendal, la enfermera de la expedición

Los apellidos de Isabel

Distintos documentos relatan la trayectoria vital de Isabel, cuyo apellido se ha encontrado hasta en un total de 35 versiones: Zendala, Sendalla, Sendala, Cendala, Sendal, Gandalla, Sendales, Cendales, etc. El propio Balmis la citó en tres documentos con trascripciones distintas. La particularidad de su apellido dificultó encontrar su origen hasta que una reciente investigación ha permitido fijar su nombre y lugar de nacimiento.

Sus orígenes y llegada a Coruña

Hija de Jacobo Zendal e Ignacia Gómez y natural de la parroquia de Santa María de Pardiña en el municipio de Ordes (Coruña), se desconoce con exactitud la fecha de su nacimiento (entre 1770-1771). Isabel pasó la infancia en su pueblo, su núcleo familiar estaba compuesto por sus padres y ocho hermanos, tres de ellos fallecidos con corta edad. Disponían de muy pocos recursos económicos, por lo que podrían considerarse «pobre de solemnidad». Su madre falleció de viruela en 1788, su hermana mayor Bernarda se casó y tuvo su primer hijo en 1790, por lo que Isabel debió quedar al cuidado de sus hermanos junto a su padre. Un documento la sitúa en La Coruña en 1794 como criada de Gerónimo Hijosa, un importante y acaudalado miembro de la oligarquía coruñesa, comerciante y hombre de negocios que llegó a participar en la trata de esclavos. Su hermana Francisca también vivía en La Coruña en 1795 y se tiene noticia de un ingreso de su hermana menor María Antonia (nacida en 1776) en el Hospital de la Caridad de La Coruña en 1796. Ese mismo año el 31 de julio de 1796, es bautizado Benito, hijo natural de Isabel, soltera, cuyos padrinos «no supieron decir el nombre y apellidos del padre». Así pues podemos resumir que Isabel Zendal, tras una infancia de penuria, se trasladó a vivir a La Coruña para ganarse el sustento, como también hizo otra de sus hermanas y que fue madre a la edad aproximada de 25 años. El hecho de tener un hijo en aquella sociedad gallega no estaba mal visto, existía un grado de tolerancia a este hecho que permitía asegurarse a las mujeres no casadas una vejez sin penurias.

Rectora en la Casa de Expósitos

El padre de Isabel fallece el 17 de marzo de 1800 y, curiosamente, ella aparece en funciones de Rectora el día 24 de marzo. El Hospital de la Caridad, donde se encontraba la Casa de Expósitos, fue una institución creada por Teresa Herrera en 1791, que comenzó a funcionar tres años después. Allí ejerció Isabel el oficio de rectora entre 1800 y finales de 1803, siempre acompañada de su hijo, percibiendo un salario mensual de 50 reales a los que se añadían algunos extras por coser, recibiendo también en especies pan y carne a diario. Las funciones de rectora eran vigilar y cuidar de la limpieza de las habitaciones y del aseo de los niños expósitos, debían acreditar su buena vida y costumbres, ser menores de 40 años y de constitución robusta, dándose preferencias a las solteras o viudas.

Enfermera en la Expedición

El 21 de agosto de 1803, Balmis daba en Madrid una lista de empleados de la expedición donde no figuraba la Rectora. De inmediato partió hacia Santiago y La Coruña para fletar el barco, preparar la expedición y colectar a los niños vacuníferos, algunos de los cuales eran del Hospicio de Coruña. Balmis debió pensar que sería bueno para los niños contar con una figura femenina que los cuidara durante el viaje, o tal vez al conocer a la Rectora intuyó que una mujer de su experiencia garantizaría una mejor atención de estos. Isabel debió mostrar una gran fortaleza de carácter para aceptar tamaña responsabilidad y se dispuso a contribuir al éxito de la aventura. A propuesta de Balmis y de Ignacio Carrillo, presidente del Hospital de la Caridad, fue nombrada el 14 de octubre de 1803 para formar parte de la Expedición «en calidad de enfermera, con el sueldo de los enfermeros (500 pesos anuales), para que cuide de la asistencia y aseo de los niños». El comportamiento de Isabel Zendal durante los dos tramos de la expedición (México y Filipinas) fue ejemplar, quizás la única persona a la que Balmis no escatimó elogios. Así en 1806, escribió desde Macao: «la miserable Rectora que con el excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas perdió enteramente su salud, infatigable noche y día, ha derramado todas las ternuras de la más sensible Madre sobre los 26 angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde La Coruña y los ha asistido en sus continuadas enfermedades». Dedicarse al cuidado de los niños era una tarea ardua, sufrían mareos, vómitos, gastroenteritis, parásitos, accidentes, a lo que hay que añadir la extrema atención que requería la vigilancia de las sucesivas inoculaciones que se iban practicando. Observar que no se mezclaran los inoculados con el resto para que no se contagiaran, evitar que se manipularan las pústulas, conseguir una buena transmisión del fluido vacunal. Fue así como acumuló los méritos para ser considerada como la primera enfermera de la historia de la salud pública internacional, hecho reconocido por la OMS en 1950.

Retiro en Puebla

Isabel Zendal a la vuelta de Filipinas se instaló en Puebla junto a su hijo Benito que la había acompañado en su largo periplo. Ambos recibieron una paga durante muchos años como miembros de la expedición y mantenían contacto con Crespo y Gutiérrez que también se quedaron en México. Ninguno volvió a España. Antes de morir, sin embargo, cambió de estado civil dos veces. Pero eso es otra historia. «Se continuará?».

Isabel, recordada y novelada

En los últimos años, la figura de Isabel ha tomado protagonismo en distintos escenarios, en el cine (22 Ángeles), en novelas como Los niños de la viruela de María Solar, Salvad a los niños de Julia Álvarez o A flor de piel de Javier Moro, en un premio dedicado a la mejor enfermera que entrega la Asociación de Enfermería Comunitaria y nuestra Cátedra, además de otro que entrega el Sindicato de Enfermería de Galicia. Finalmente, nuestros buenos amigos de la Asociación Isabel Zendal, creada en La Coruña (2016), difunde y fomenta su recuerdo.

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