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El Low suena demasiado bien

Vetusta Morla cierra por todo lo alto la undécima edición de un festival radiante, que vibra con los himnos de Fangoria y baila con los rutilantes Carolina Durante

Un pedaleo crónico en una pantalla, una cabezada continua en el sofá, un cubo y una pala, una terraza, una horchata, un festival. Un mes que llega, un mes que se va.

El buen verano no tiene nada de predecible; la pereza, el azar y la diversión mueven los hilos en las vacaciones perfectas. «Dejarse llevar suena demasiado bien», que dice Vetusta Morla. No obstante, a fuerza de indie (y de una retahíla de géneros a veces inescarbable) el Low se ha hecho un hueco en el imprevisible calendario del mes de julio de miles de personas que ayer abrocharon la undécima edición de un festival redondo.

Desafiando a la vulgar galbana, a los pegajosos 30 grados y al oasis de un sitio para dejar el coche sin morir en el intento, la banda londinense The Vaccines vacunó primero. A las 20.30 Justin Young y los suyos saltaron al escenario Vibra Mahou y la fiesta ya no se separó de Benidorm. Your love is my favourite band, la archiconocida If you wanna o All my friends are falling in love, su último gran single, rodaron hacia lo que vendría después.

Sobre la misma tarima aparecería Fangoria con una Alaska inclasificable, camaleónica, enarbolando, cuatro décadas después, su galopante personalidad ante miles de fans atemporales. Su voz y una puesta en escena atómica transformaron el Guillermo Amor en una auténtica catedral pagana, con himnos intergeneracionales tarareados por canas, barbas hipsters y biberones. Ni tú ni nadie y A quién le importa fueron el epílogo de una actuación geométrica, musicalmente perfecta, que había comenzado a coger cuerpo con Espectacular, Retorciendo palabras o Dramas y comedias.

Pasada la medianoche irrumpió Vetusta Morla para elevar la etiqueta de la velada. Todavía en la gira de su último disco «Mismo sitio, distinto lugar» los madrileños volvieron a erigirse como la voz de una generación de treintañeros que transitan entre la melancolía, la reflexión y la nada incompatible oportunidad de pasarlo rematadamente bien. Pucho y la banda encadenaron Rey Sol, Maldita dulzura, Sálvese quien pueda, 23 de junio y un sinfín de letras en una puesta en escena potente, desafiante, de horizonte enriquecido en formas y fondo. Nada como Copenhague, cantada de inicio a fin por la multitud, para esfumar las voces que aún osan cuestionar su caché. Entre tanto, Carolina Durante impactó en el Escenario Benidorm como titulares indiscutibles (¡Ay, Odriozola!) con su Himno titular, Cayetano, Joder, no sé o Perdona. Con su innegable halo ochentero, a caballo entre los histriónicos Un pingüino en mi ascensor y Zombies, los madrileños demostraron que son un soplo de aire fresco en el amplísimo espectro musical patrio, sin necesidad de encasillarse y sin el miedo a la parodia más pasajera.

En este último día del undécimo Low también hubo tiempo para Mastodonte, el ecléctico grupo que encabeza el actor Asier Etxeandía; para Las Ligas Menores, una banda argentina muy meritoria que evoca por momentos a aquellos geniales castellonenses llamados Los Romeos; y para la danesa Mø y La Casa Azul, que actuaron de madrugada, al cierre de esta edición.

Ambiente cumbre

El Low se despidió por todo lo alto y sigue fidelizando a miles de personas que cada año deciden pasar en Benidorm el último fin de semana de julio, sirviendo de plan perfecto junto a un baño en la playa y una bicicleta por televisión, ejes rotatorios de los veranos españoles de siempre. Con el despertador enterrado y los pies inquietos, lo demás es una mezcla excelente: buena música y gente feliz. De eso van los buenos festivales. Y el Low hace tiempo que lo es.

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