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«Dejo el Gil-Albert con la sensación de misión cumplida»

José Ferrándiz Lozano cierra su etapa como director del instituto de cultura satisfecho por llevar actividades a 69 municipios «pensando en la sociedad»

José Ferrándiz Lozano deja su cargo como director del Instituto Juan Gil-Albert.

Se marcó como objetivos descentralizar las actividades, extender las relaciones institucionales, subirse al tren de la era digital, aumentar el fondo documental público e incrementar la reputación del centro. Con ese programa bajo el brazo empezó José Ferrándiz Lozano la legislatura en el Instituto de Cultura Juan Gil-Albert en octubre de 2015 y la terminó este mismo mes. Dice que «satisfecho» y con la sensación de «misión cumplida» porque «he podido acometer una línea de actividades en la que creía, acompañado de un buen equipo y me siento servido, sobre todo porque todo se ha trabajado con vistas a la sociedad, que es la parte principal de todo esto».

De hecho, a lo largo de estos años se han realizado 732 actividades, de las que 300 se han hecho fuera de la ciudad de Alicante, llegando a 69 municipios, además de extenderse también a Madrid, València, Murcia y Albacete. «Ha sido una programación abierta a muchas disciplinas, públicos y espacios geográficos, con la incorporación de nuevas actividades con una respuesta muy favorable, además de continuar con iniciativas que hemos mantenido», destaca.

En este sentido, el doctor en Ciencias Políticas y Sociología afirma que la descentralización «era uno de nuestros principales objetivos» para que el Gil-Albert «fuera percibido como una entidad no solo de Alicante capital, ya que basaba casi un cien por cien de su actividades en esta ciudad».

También ha podido tachar de la lista el propósito de aumentar las relaciones institucionales. «Existían con la UA y la UMH - que en la última junta calificaron la relación con el instituto de 'perfecta'-, pero las hemos intensificado, hemos trabajado de otra manera, ha habido congresos, efemérides conjuntas... y nos hemos abierto a otras entidades de prestigio». Entre ellas, los conservatorios Superior y Profesional de Música de Alicante, al abrir la Casa Bardín a conciertos; la Fundación Caja Mediterráneo, la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y el Teatro Principal.

En cuanto a la BVMC, Ferrándiz asegura que «hemos puesto al Gil-Albert en la era digital», en referencia a la apertura de un portal propio en esta biblioteca. «Un proyecto de continuidad que tiene que crecer en años sucesivos, pero esa ventana ya está abierta».

Las relaciones con el Principal han sido «muy fructíferas». Una iniciativa común, la recuperación de la figura del director teatral y profesor José Estruch, «se convirtió en un proyecto más amplio que ha generado la creación de unos premios y de más actividades». Además, el IAC ha podido incorporar su fondo documental y la exposición en torno a su figura «ha sido la actividad más visitada en estos cuatro años».

Además de este legado, se han depositado en la Casa Bardín también los de Jácara, Vicente Mojica, Rafael Azuar, JD Sutton y la colección de libros de la CAPA de Rafael Martínez Morellá.

Considera el exdirector del Gil-Albert que se ha conseguido «mayor presencia y positiva», y que se ha trabajado en la introducción de la «cultura de valores», en un mundo con problemas «por falta de tolerancia y de respeto a la pluralidad».

El camino, no obstante, no ha sido fácil porque «hemos trabajado en un contexto presupuestario complicado y limitado, por el cambio en la ley de Administración Local». El instituto tiene una sede y un personal «con unos costes altos y no todo se puede destinar a programar». El contexto legal «no ha sido el más adecuado, pero eso no ha sido impedimento para aportar imaginación, ideas y costes muy contenidos».

Ferrándiz Lozano define como «un privilegio» haber dirigido este centro y cree que es una etapa que se cierra y que elegir a su sustituto «es una cuestión política del nuevo equipo de Gobierno». Si le ofrecieran seguir, dice que escucharía. «Si se presentara la ocasión hablaría para ver en qué sentido sería esa continuidad. Pero tampoco me lo he planteado, llegué para este periodo de cuatro años y con esa visión he trabajado; lo que pueda pasar depende de decisiones políticas». No niega la emoción, «pero siempre he tenido en cuenta que son ciclos».

El pasado miércoles cerró la puerta con un último acto. Lo hizo con una propuesta de la que se siente especialmente orgulloso, la inauguración de José Estruch. Vida y teatro en Santa Pola.

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