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Cuando Alicante viajó a la Luna

El 20 de julio de 1969 la ciudad quedó desierta, los cines vacíos, se vendieron televisores como nunca, todo para ver la hazaña espacial

Lectores con el especial de INFORMACIÓN del día 21 de julio de 1969.

«Alicante está sin dormir». Así titulaba el diario INFORMACIÓN la crónica de portada del día 21 de julio de 1969 y así fue cómo se vivió en esta ciudad uno de los acontecimientos más importantes de la historia reciente. Noche de sofocante calor y calles vacías. Gasolineras sin clientes. Cines sin público. Igual que cabarets, salas de fiestas y clubes nocturnos, que cerraron sus puertas con antelación. En solo un día se vendieron más televisores que en los dos meses anteriores. El relato de esa noche en la que el mundo miraba a la Luna, firmado por Pirula Arderius y Vidal Masanet, describe a la perfección la madrugada del 21 de julio de hace 50 años, cuando Armstrong, Aldrin y Collins llegaron al satélite de la Tierra y dejaron la primera huella en su superficie.

Ha pasado medio siglo de esta aventura en blanco y negro, con imágenes de baja calidad y, en España, con la voz de Jesús Hermida retumbando en los hogares. En los que tenían la suerte de tener televisión, unos tres millones en toda España en aquel momento, ya que era un lujo que no estaba al alcance de todos. Cinco décadas que muchos recorren con la memoria para volver a esa madrugada en la que alguno decidió que sería astronauta, otro vio a su abuela negar lo evidente o se emocionó al ver cumplido el sueño de que las aventuras de Julio Verne que siempre habían parecido inalcanzables se convirtieran en realidad. Los hay que echan de menos mirar al cielo y ver las estrellas como entonces y también quienes pasaron la velada en el extranjero regada con una botella de jerez dulce.

En lo que coinciden todos es en que fue algo que marcó sus vidas y un acontecimiento que no dejó indiferente a nadie. Tanto es así que Angela Nieto, profesora del Instituto de Neurociencias UMH-CSIC y recientemente galardonada con el Premio Nacional de Investigación, decidió ese día que quería ser astronauta, «algo que obviamente no se ha cumplido», asegura esta investigadora que justamente se encontraba en Madrid para celebrar también « el 50 aniversario del primer congreso de bioquímica que fue un acontecimiento muy importante también». Nieto afirma recordar la llegada del hombre a la Luna «perfectamente, con una tele que se veía fatal. Yo tenía 9 años, lo vi con mi familia y esas imágenes me impactaron de morirme».

El profesor Emilio Soler estaba en plena juventud en 1969, un año que tiene grabado en la memoria por la expedición lunar y también porque The Beatles lanzaron su disco Abbey Road, «mi favorito». El escritor tenía el privilegio de contar con televisor en casa, «así que los vecinos venían a ver Bonanza». Recuerda que esa noche se durmió poco, «no pegamos ojo porque fue de madrugada, sobre todo mi abuela», que fue la más escéptica con el tema. Era una señora del pueblo valenciano de Navarrés, siempre vestida de negro, y cuando estaba pasando todo se levantó sin decir nada, abrió el balcón, miró a la Luna y se volvió moviendo el dedo diciendo que no, que a ella no la engañaban».

Mirando al cielo

«Lo que no me dio la tecnología, lo puso mi imaginación», afirma rotundo Guillermo Bernabeu, catedrático de Física Aplicada de la UA y responsable de los grupos de investigación de Astronomía y Astrofísica. El 20 de julio de 1969 disfrutaba de sus vacaciones de verano, mientras estudiaba la carrera en València. «Estaba en mi casa, en Mutxamel, y algunas de las cosas que me vienen a la cabeza es que en aquella época todavía se podía ver el cielo desde mi casa, cosa que ahora es imposible por la contaminación lumínica».

Tuvo la suerte de que su tía sí tenía televisión y allí se fue. «Estábamos solos ella y yo, y me impactó, fueron muchas horas y todo era muy lento; se me hizo largo pero emocionante aunque las imágenes fueron bastante pobres; hoy en día habría sido impresionante». Para Bernabeu, «influyó en que era posible empezar a pensar en los viajes a otros planetas», aunque «50 años después creo que deberíamos haber evolucionado mucho más en esa visión global del planeta y, sobre todo, en nuestro compromiso para cuidarlo».

El profesor y escritor Mario Martínez Gomis lo vivió «en pijama», con su padre en la terraza, «con un jamón y una botella de whisky, que dejamos temblando porque se alargó mucho». Tenía 24 años y era «consciente de que estábamos viviendo algo histórico, aunque si lo piensas ahora aquel aparato que llegó a la Luna era un cacharro». No obstante, «no tuvimos la más mínima duda sobre que era algo real», destaca el profesor jubilado que aprovechó para pedir permiso a su padre para dar la vuelta al mundo, «y me dijo que sí... si me lo pagaba yo».

Joserre Pérezgil lo vivió con mucha ilusión, «sobre todo por mi abuela». La restauradora y directora del Mubag de Alicante explica que su abuela era una lectora empedernida de Julio Verne. «Estaba entusiasmada». Para este acontecimiento se juntó toda la familia en la casa de la playa. «Yo tenía 15 años y en la cabeza tenía otras cosas, pero a ella le hizo más ilusión que a nadie; murió a los 95 años y decía que lo había visto todo: la bicicleta, el coche, los aviones con pasajeros y el hombre en la Luna».

En el campo, en Lorca, lo vivió Antonio Gil Olcina, catedrático de Geografía y rector emérito de la Universidad de Alicante. «Era la temporada de campo y fue una cosa extraordinaria; los agricultores, que acostumbraban hacer tertulia conmigo por las noches, simplemente no lo creían, pensaban que no era verdad, que era una representación». Dice que fue plenamente consciente del momento vivido. «Representó que EE UU había terminado por ganar la carrera espacial a la URSS porque su potencial era infinitamente mayor. Fue una movilización de recursos como solo la primera potencia del mundo podía hacer».

Al artsta Javier Lorenzo le pilló en un curso que organizó la Diputación en la Vall de Laguar para pintar al natural, impartido por Gastón Castelló y Pepe Azorín. «Nos juntamos en un bar en Benimaurell para ver la tele, mientras, Gastón se puso a bailar tangos con las chicas del pueblo». Poco a poco, la tardanza del acontecimiento fue vaciando el bar. «Lo gracioso es que la gente se iba y decía 'això no pot ser'».

Tenia 15 años y estaba estudiando en Dublín. De hecho, el historiador y escritor Joaquín Santo Matas viaja ahora hasta la capital irlandesa para celebrar ese medio siglo de estudiante en ese país. «Estuve en el verano del 69 en casa de una familia, la familia Thompson, y estuvimos pegados al televisor viendo el alunizaje y a Armstrong pisar su superficie». Allí se vio «todo la llegada completa», aunque también «en blanco y negro». Santo Matas quiso tener una atención con su familia de acogida y «les llevé la típica guía de Alicante y una botella de jerez dulce... entre la familia y yo nos tomamos la botella entera». Recuerda que estaba «alucinado, nunca mejor dicho, de ver aquello, estábamos en silencio, sentados en el suelo, sobre la moqueta».

Carmen Gailipienso, secretaria judicial jubilada, vivía entonces en la ciudad marroquí de Oujda. «Aunque era tarde, mi padre nos dijo que era un momento muy importante y que nos teníamos que quedar a verlo. Conectamos con Televisión España y estuvimos todos los hermanos, sentados y sufriendo porque no se sabía lo que iba a pasar», rememora. «Era consciente de que era algo trascendental, algo histórico... cuando bajó Armstrong, su forma de caminar que parecía que volaba, y luego cuando vi que ponían la bandera siempre me pregunté cómo se sujetaba si no había gravedad; luego me enteré por la radio de que había una barra de aluminio que la sostenía por la parte de arriba». Y cuando acabó todo, «aplaudimos, fue increíble, creo que no he vivido algo con tanta emoción. Lo que no entiendo es por qué no se ha vuelto a ir».

Los hay también, aunque resulte raro, que no recuerdan nada de esa noche. Eso le ocurre al catedrático de Historia Moderna de la UA Enrique Giménez. «Tengo memoria para muchas cosas, pero ese día se me ha borrado». Sin embargo, sí recuerda que a los pocos días «abrieron un bar en la calle Benito Pérez Galdós que se llamaba Apolo XII, pero de la Luna nada...». Cuenta la anécdota, eso sí, de una persona mayor diciendo que había estado en Aitana muchas veces «y que por allí pasaba la Luna, pero que no había ni hombres ni nada».

A lo largo de este medio siglo, la humanidad ha vivido muchas acontecimientos, muchas vicisitudes y muchos hitos históricos. Pero la llegada del hombre a la Luna sigue siendo un gran paso para la humanidad. Y el sueño cumplido de Julio Verne.

Publicidad con la vista puesta en el espacio

La publicidad que durante esos días se publicaba en INFORMACIÓN se sumaba a esa hazaña histórica. «En esta fecha memorable, se complace en estar presente, con sus mejores augurios para bien de la Humanidad», decía Turrones Teclo. Y se anunciaba el Bulova Accutron, «el reloj electrónico con diapasón, que no hace tic-tac,será el único reloj que permanecerá en la Luna», destacaba Don Francisco Gomis «el joyero de Alicante», en su publicidad. «De la Luna a El Chinchorro», se postulaba este restaurante, mientras el Mesón del Pollo aseguraba que «los precios no están en la Luna».

Ahora, a Marte... a finales de siglo

INFORMACIÓN contó cómo fue este hecho histórico con un especial de 16 páginas y también cómo lo vivió Alicante

La trascendencia de la noticia de la llegada del hombre a la Luna no dejó indiferente a ningún medio de comunicación e INFORMACIÓN no solo realizó seguimiento del acontecimiento, además narró cómo vivió la ciudad esa noche en vela, como un espacio fantasma sin gente, y también publicó un especial sobre este hecho histórico que salió a la calle el mismo día 21 por la mañana. Pero el titular que marcó las portadas del diario abarcaban la proeza de Armstrong, Aldrin y Collins pero apuntaban ya hacia el futuro. «Ahora Marte. A finales de siglo, dice Agnew» y subtitulaba: «Un comité está preparado para hacer a Nixon recomendaciones sobre ello».

La mayoría de las fotografías venían de agencias, otras la realizó el fotógrafo Perfecto Arjones directamente a la televisión, «gracias a la gentileza de Radio Santana, que instaló en nuestro periódico un televisor».

El especial sobre la llegada del hombre a la Luna constaba de 16 páginas, «que salieron de rotativa en un tiempo récord», tuvo una acogida «excepcional» y se agotó «rápidamente».

En esas páginas, cuya portada titulaba «El Águila -módulo en el que llegaron al satélite- sigue en la Luna», dedicaba espacio a narrar la duración del paseo espacial, cómo fue, el momento de poner la bandera, la tecnología utilizada -como que habían dejado instalado allí un sismógrafo y un reflector de rayos láser-, la hora prevista de despegue, así como una descripción de los tres astronautas protagonistas, sus trajes y su vida en el espacio y la que tendrían a su vuelta a la Tierra. También se daba cuenta de los materiales que se traerían para ser analizados y la historia del proyecto del Apolo11, como una apuesta para ganar «la batalla del espacio». Los días 22 y 23, INFORMACIÓN mantuvo seguimiento del tema, para narrar el «perfecto acoplamiento» para el despegue y anunciar un nuevo viaje en noviembre, con el Apolo 12. Y así fue.

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