Ha contado la historia de un frustrado plan espacial de Zambia en los años 60, que tituló Afronautas; ha fantaseado sobre los correos basura en Poly Spam; ha reinterpretado el Libro Rojo de Mao en Party; ha reflexionado sobre la masculinidad en la sociedad actual en The perfect man; ha plantado cara a la violencia sexual en El cuerpo como campo de batalla, y ha reflejado, a su particular manera, el tema de la violencia en la fotografía, en Cucurrucucú. Entre otras muchas cosas. Por el camino, ha recibido numerosos galardones, incluido el Premio Nacional de Fotografía. Eso fue en 2017, poco después de comenzar una nueva historia, esta vez suya propia. Ese año, la agencia Magnum eligió a Cristina de Middel (Alicante, 1975) como candidata para formar parte de su nómina.

Ayer, recibía feliz la noticia de que la prestigiosa agencia daba el sí a su incorporación como fotógrafa asociada. De Middel esperaba el veredicto en un parque de Londres -donde se celebraba la junta de la agencia-, junto a otros fotógrafos que pasaban por similar situación. «Ha sido una mañana tensa pero ahora estoy súper relajada, tranquila porque al final este proceso de que te tienen que juzgar y que tienes que presentar tu trabajo, solo con unas cuantas fotos, pues tiene sus riesgos y sus frustraciones», apuntaba ayer «contentísima» la fotógrafa, que trabajó durante seis años en el diario INFORMACIÓN.

Han sido 65 imágenes de los proyectos realizados a lo largo de estos dos años los que presentó al juicio de las grandes firmas de Magnum, agencia fundada en 1947 por fotógrafos como Robert Capa o Cartier-Bresson. Suficientes para querer que esta alicantina, que vive a caballo entre Brasil, México y España, forme parte de su equipo. «Me alegra que se haya entendido mi trabajo y hayan decidido apoyarlo; me deja muy tranquila porque al final es como si llevas 20 años conduciendo y tienes que volver a examinarte del carné».

De Middel se convierte en la segunda fotógrafa española en pasar a formar parte de la agencia junto a otra Cristina, García Rodero (ayer también fue admitido como asociado el hispano-peruano Moisés Samán), «una increíble casualidad -dice- que me llena de orgullo».

Considera que «algo que parecía una idea loca para mí, y creo que para más gente, pues como que tampoco es tan imposible». Y apunta: «Igual la fotografía está cambiando y la manera que tenemos de leer las imágenes también se está expandiendo, y eso me llena de la alegría, la verdad, porque significa que está evolucionando».

No estaba tan equivocada cuando en 2012 cerró la puerta del fotoperiodismo y empezó a indagar en la confrontación de la realidad y la ficción. Algo estará haciendo bien cuando Martin Parr, uno de los popes de Magnum, recomendó encarecidamente su fotolibro Afronautas, convertido en un auténtico éxito.

Trabajar bajo el sello Magnum, algo que ya ha estado haciendo en estos dos últimos años, resulta «un apoyo increíble; estoy muy feliz porque te das cuenta de que es como una familia que te apoya y que tiene interés en lo que estás haciendo».

Ahora le quedan por delante dos años para seguir demostrando que su imaginación no tiene límites y continuar abriendo nuevos caminos en el mundo de la fotografía. «Paso a ser asociada y eso cambia un poco las relaciones con la agencia, a nivel de obligaciones y también como que ahora tengo un poquito más de voz a la hora de tomar decisiones que afectan a toda la agencia». Pero, afirma, «realmente lo que tengo son otros dos años un poco más consolidados; digamos que el primer test se ha pasado, pero ahora tengo que seguir trabajando y confirmar que la apuesta que hace Magnum por mí merece la pena».