Las residencias artísticas A Quemarropa, pioneras en Alicante, no se llevarán a cabo este año después de cinco ediciones consecutivas. El colectivo de artistas responsable de su creación en 2014 (Colectivo A Quemarropa) ha decidido no convocar este año el programa y hacer un paréntesis de, al menos, un año.

El cansancio acumulado y los cambios en las nuevas formas de creación han llevado al colectivo a poner un punto y aparte en esta plataforma, por la que han pasado 50 artistas emergentes de toda España y algunos de otros países, que han podido desarrollar sus proyectos creativos durante tres semanas en verano y bajo el asesoramiento de expertos.

Tras cinco años de andadura, los miembros del equipo han decidido «hacer una pausa para reponer fuerzas y repensar el proyecto», que consideran «debe evolucionar para adaptarse a las nuevas necesidades del sector», según señalan desde el colectivo, formado por Ana Pastor, Saúl Sellés, Juan Fuster y Miriam Martínez Guirao.

Oasis en el desierto

El proyecto, añaden, se ha mantenido «a la altura» dentro del circuito nacional de residencias «con un perfil muy específico y en un área geográfica donde en el momento de su creación no existía nada parecido, siendo la primera residencia artística que se creó en la Comunidad Valenciana», recuerdan, aunque dejan la puerta abierta a un regreso en 2020 ya que confían en «mantener la calidad» en próximas ediciones.

Las residencias A Quemarropa fueron pioneras en su implantación en Alicante, donde no existía esta fórmula de apoyo al artista hoy tan extendida. De hecho, abrieron el camino para que, un año después, se crearan otras residencias en el Museo de la Universidad de Alicante y, desde hace dos ediciones, el Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana, la entidad, además, que financió el programa A Quemarropa el pasado año.

El programa de residencias comenzó en julio de 2014 de forma muy modesta pero ambicioso artísticamente y con apenas 1.500 euros de presupuesto para traer a Alicante a críticos de arte, gestores culturales y galeristas. El programa se costeó con las matrículas de los participantes -que debían buscarse alojamiento por su cuenta- y la colaboración de la desaparecida Parking Gallery y The October Press, que ofrecía desayunos a los artistas.

En la segunda edición se realizó un crowdfunding y se sumó el albergue San Roque y en la tercera se incorporaron Las Cigarreras, o la Sede de la UA, así como el Banco Sabadell, que dio una ayuda de 6.000 euros. En la última edición el Consorcio de Museos aportó 10.000 euros y desde la tercera edición los participantes tenían el alojamiento cubierto.

A pesar de la ilusión con la que comenzó el proyecto, los responsables acusan ahora el cansancio de organizar el proyecto en precario durante cinco años. «El desgaste viene de ahí, de que son cinco meses al año dedicados a eso, sin contraprestación alguna, y hay que darle una vuelta también al proyecto y hacer una renovación. El mundo del arte cambia y los artistas también cambian su forma de trabajar.