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Desde l mundo del cine, la televisión, el teatro y la política lamentaron ayer su desaparición. El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, dijo que «sus programas entretuvieron a generaciones y son hoy referencia para la profesión» y el líder del PP, Pablo Casado, consideró a Ibáñez Serrador como «un genio del cine, maestro de una generación de cineastas y pionero de la televisión». Albert Rivera, de Ciudadanos, dijo que «su gran legado permanecerá siempre en la memoria colectiva de millones de españoles» definió a Ibáñez Serrador como «un gran maestro de la televisión que forma parte de la historia de España».

El director, productor y guionista vasco Álex de la Iglesia dijo que para la «generación Sitges», en la que él se incluye, Narciso Ibáñez Serrador fue un «padre cinematográfico».

«Su labor no ha sido suficientemente reconocida por su generación y hemos tomado esa labor los que veníamos detrás, tomándolo como ejemplo de falta de trascendencia, de amistad con el público y de amor al genero.

De la Iglesia aseguró que a él le abrió los ojos. «Me descubrió una cosa que creía imposible, y es que puedes divertir y hacer locuras haciendo cine, más allá del cine comprometido que se hacía entonces, cine como entretenimiento». «Su importancia e influencia ha sido trascendental, no solo en el ámbito del cine, a través de la incursión en clásicos del género en Historias para no dormir o títulos como La residencia o ¿Quien puede matar a un niño?, sino como personaje de la cultura», agregó.

Miriam Díaz-Aroca y Silvia Marsó, dos de los rostros más populares del Un dos tres, recordaron ayer muy emocionadas al «jefe», al «maestro» que les enseñó «todo» en la televisión: «era un genio», concluyeron.

Ibáñez Serrador llevaba años postrado en una silla de ruedas, lo que no le hizo perder su fino sentido del humor, sus certeras opiniones ni sus ganas de seguir haciendo su trabajo.

«Siempre me negué al título de maestro, me parecía excesivo», dijo el pasado 14 de enero, en la que fue su última aparición pública, cuando recibió el Goya de Honor en la fiesta de nominados celebrada en el Teatro Real de Madrid.

Flanqueado por sus hijos, admitió que era «muy emocionante que piensen que lo que has hecho sirvió de escalón a otros». Y agradeció «la atención» que los espectadores han puesto siempre a las cosas que hizo en su carrera. «Siempre las he hecho para ustedes», dijo Ibáñez con humildad.