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«Nadie puede decidir cuándo y cómo es el final de tu vida »

Es el único médico en España acusado de homicidio por facilitar una muerte digna a una paciente. Y aceptó la acusación para evitar la cárcel. Eso fue en 2005

El doctor Hourmann, en el escenario durante su actuación en la Mostra de Alcoy. mostra de alcoy

No han cambiado mucho las cosas. Marcos Hourmann atendió en 2005 los ruegos de una mujer de 80 años en urgencias que quería dejar de sufrir. Así lo dejó escrito en el informe del hospital. Desde entonces su vida se convirtió en un calvario, fue acusado de homicidio pero nunca juzgado porque aceptó para no entrar en prisión. Ahora acaba de pasar con Ángel Hernández por ayudar a morir a su mujer. A Hourmann llevar al teatro su historia le sirve de terapia y también de grito para que la ley permita una muerte digna, aunque a él le gusta más decir «ayudar a morir bien».

P Su historia tiene todos los ingredientes para ser teatro o película. Podría haber interpretado su papel un actor profesional, pero lo hace usted. ¿Cómo surgió subirse a las tablas a contar su historia?

R Surgió después de la entrevista que me hicieron para Salvados en septiembre de 2016. Era un programa sobre la buena muerte. Vino el realizador, Víctor, y quedó muy impactado con la historia y cómo lo conté. Yo quería conocer a Évole y le dije que grababa si me lo presentaban y así fue. Lo conocí y cuando bajábamos en el ascensor Víctor dijo que tenía una idea loca y atrevida. A los 15 días me planteó el proyecto en el que contaba mi historia y lo hacía yo. Sin pensarlo dije que sí.

P Supongo que no pasaría por su cabeza que esto iba a ocurrir.

R No, no me imaginé en ningún momento que podía pasar. Pero no tuve dudas en contar la historia, que es como la he contado siempre a gente íntima. Se trataba de abrir el mensaje. Víctor habló con Alberto para que adaptase el texto, lo hizo y ahí empezó todo. Es una mezcla entre cine, televisión y teatro, transformando mis palabras en un texto dramático.

P ¿Qué siente cuando recrea cada tarde su historia?

R A ver. La verdad es que cada día, aunque digo lo mismo casi, puedo meter cositas mías, y lo que siento es que cada noche es completamente distinta porque el público es también distinto y estoy aprendiendo a percibir las miradas y los silencios. Es una emoción continua. Esa es la percepción que recibo. Lo cual me deja más tranquilo porque los ensayos fueron más difíciles. Hablamos de una persona, yo, que no tiene experiencia en el escenario. Cada día me voy transformando en algo distinto y el texto también. Es una sensación maravillosa.

P Cuando uno se expresa en voz alta, entiende las cosas de otra manera. ¿Ha aprendido algo al escucharse a sí mismo?

R De lo que me he dado cuenta hace poco es de que hay una parte de la obra que cuento -que es una de las claves, que tiene mucha similitud a la noche en la que estuve con mi padre cuando tuvo un ictus. Sobre todo lo demás te diría que es casi siempre lo mismo, los sentimientos no han variado mucho. Pero la memoria te va transformando porque te deja algunos huecos. Sale sencilla y dolorosamente de adentro.

P Nueve miembros del público elegidos al azar estarán junto a usted sobre el escenario. Ellos se convertirán en el jurado popular del juicio que nunca tuvo. Y ellos dictarán sentencia.

R Lo del veredicto es muy interesante porque también lo hemos transformado. Cuando lo estrenamos, los leí pero no lo comuniqué al público. Después nos dimos cuenta de que el público quería conocer el veredicto. No es solo inocente o culpable, lo que explica Alberto en off es que escriban lo que quieran, más allá de un veredicto. La gente escribe testimonios. Uno de los más impresionantes fue una señora que estaba en el jurado y pedía que la ayudara a quitarse el disfraz. Esa fue una de las frases más emocionantes que recibí. Es una forma de que la gente se exprese. Yo voy guardando todos los veredictos para hacer un muestreo interesante de lo que la gente piensa.

P ¿Y cuál es el veredicto mayoritario, inocente o culpable?

R Inocente, inocente... pero eso es secundario, lo importante es que la gente piense en el cómo morir, que haga un análisis muy interno para pensar en el tema.

P Se declaró culpable para no ir a al cárcel y poder seguir ejerciendo. ¿Tendría que haber luchado más?

R A veces me planteo que tenía que haber seguido. Pero pocas. Cuando está en juego tu libertad, aceptar semejante acusación no es fácil. Fue una mochila gorda que me trajo problemas aceptar la culpabilidad. Nunca me sentí culpable pero en hechos reales he sido condenado. A veces creo que hubiera sido mejor haber seguido, pero siempre es mejor la calle que la celda. Si me hubieran inhabilitado me hubiera arriesgado a ir a juicio. No lo habría soportado.

P Dice que su vida se convirtió en un infierno entonces. Pero en 2019 ha ocurrido lo mismo con el caso de Ángel Hernández que ayudó a morir a su mujer.

R Sí, lo mismo. A día de hoy igual. No hay ley, no hay despenalización. Y vemos el caso de Ángel o lo de la mujer vasca con Alzheimer. Aparentemente hay una pequeña perspectiva para que salga la ley. Si no sale ahora no saldrá nunca. Aunque la ley no sea perfecta, es el comienzo de un camino. Siempre es mejor moverse que no hacer nada.

P ¿Ha recibido consultas o más peticiones de eutanasia

R Lo que he recibido son mensajes para solidarizarme con alguna causa, pero no específicamente para ayudar a morir a alguien.

P La mayoría no querría morir sufriendo o no querría que pasaran por ello sus seres queridos. Entonces, ¿por qué hay tantos reparos y cuesta tanto que se regularice este tema?

R Según las encuestas que se han hecho, casi el 80 por ciento está a favor de una muerte digna, que tampoco me gusta mucho, es morir bien, como uno quiere, en base a sus condiciones o sus creencias. Las sociedad está totalmente adelantada en este tema, va por delante de la ley. Incluso en partidos conservadores, más de la mitad de afiliados esta a favor. Lo que todavía ni los políticos entienden es que es un derecho humano como otros tantos y hay que adquirirlo. Eso no implica que si hay una ley de eutanasia haya gente que empiece a morir sin control. No es un capricho morir, es acabar con un sufrimiento continuo e insoportable. No estamos obligados a vivir aun estando sanos. Esa gente que dice basta y no quiere sufrir, esa gente muere mal, a esos hay que escucharles. Y no hay nadie para mí que pueda decidir cuándo y cómo es el final de tu vida.

P En el teatro

R Yo digo que no. Pero no estoy arrepentido. Esa noche nunca fue una tortura para mí. Aunque ahora,con este regalo que me da la vida, tal vez llega el momento de decir que sí, que lo volvería a hacer porque si no, no estaría haciendo lo que estoy haciendo. También te digo que volver a la vida real es lo que más me cuesta. La ilusión ha vuelto a renacer porque durante todos estos años he sobrevivido más que he vivido.

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