Rumbo a Manila

Tras recorrer tierras mexicanas, los expedicionarios se reencontraron en la capital azteca. Desde allí viajaron con los 26 niños vacuníferos mexicanos hacia el puerto de Acapulco, para iniciar el viaje a Filipinas. De nuevo, el virrey Iturrigaray trató de entorpecer el viaje insinuando que la vacuna ya estaba introducida en Filipinas, por lo que no era necesario financiarlo. Sin embargo, Balmis recibió noticias fidedignas de que no era cierto y decidió emprenderlo. Los expedicionarios embarcaron en Acapulco el 8 de febrero de 1805 a bordo del galeón Magallanes. El barco iba repleto de viajeros. Balmis, sus seis ayudantes y los 26 niños, formaban parte de un grupo de 390 personas embarcadas. Además de la tripulación, formada por 10 oficiales y cerca de 200 marineros, había 77 sacerdotes destinados a Asia y 54 soldados, dado el miedo a ser asaltados por algún navío inglés, tres de ellos acompañados por sus esposas y 16 familiares. Para completar el variopinto pasaje, había 40 criminales procedentes de Europa condenados al destierro en Filipinas. Los niños viajaron «mal colocados en un paraje de la santa Bárbara lleno de inmundicia y de grandes ratas que los atemorizaban, tirados en el suelo, rodando y golpeándose unos a otros con los vaivenes». Además de los golpes que recibían los niños en las horas de sueño, imposibles de precaver por los enfermeros, resultó que se habían vacunado accidentalmente, «hasta siete niños a la vez». Este accidente, pudo haber frustrado la misión de no haber sido tan corta la travesía porque los favorables vientos la habían acortado. Para colmo las comidas se reducían a «carne de vacas muertas por enfermedad, frijoles, lentejas y un poco de dulce». Tras cinco semanas de viaje llegaron a Manila el día 15 de abril, coincidiendo con el día de Pascua de Resurrección, constatando con gran decepción que nadie venía a recibirles.

El periplo filipino

La respuesta del Gobernador Rafael Aguilar se demoró un par de días. Quizás influido por los rumores difundidos por el Arzobispo Juan Zuliabar sobre la falta de efectividad de la vacuna, por los escasos recursos del ayuntamiento de Manila o bien por las políticas de cuarentena que se instalaron en el puerto tras una terrible epidemia de viruela en 1789. Finalmente, el día 17 de abril, Aguilar invitó a Balmis a vacunar a sus cinco hijos y dado el favorable resultado del procedimiento, el Gobernador cambió de actitud, dando todas las facilidades a los expedicionarios y exhortando a las autoridades, incluido el Arzobispo, a facilitar y promover la vacunación por el archipiélago. El día 16 de mayo, Balmis presentó a Aguilar su «Reglamento para la Junta Central de la Vacuna», que fue aceptado de inmediato.

El 17 de julio, Aguilar nombró a Gregorio Zarza Díaz encargado de administrar la vacuna en la capital, Balmis le enseñó la técnica de vacunación y las instrucciones para conservarla. También instruyó a Bernardo Ribera para llevar la vacuna por los alrededores de Manila, enseñando la técnica a sacerdotes y a las personas más instruidas. Durante las primeras seis semanas, se vacunaron más de 7.000 niños y adultos en la región manilense. Los siguientes tres meses fueron difíciles para Balmis. No había disponibilidad de embarcaciones para devolver a los niños vacuníferos al territorio mexicano, y el clima tropical de la isla, no ayudaba a la debilitada salud de Balmis. La mermada economía del ayuntamiento de Manila, hacía cada vez más difícil mantener en buenas condiciones a la expedición. Balmis decidió dividir la expedición, dirigiéndose con un grupo de niños filipinos hacia el puerto de Macao y dejando a sus ayudantes y los niños mexicanos en Filipinas, a la espera de una embarcación que los llevase de regreso. El día 3 de septiembre de 1805, Balmis partió en la fragata portuguesa La Diligencia en dirección a Macao con niños filipinos vacuníferos.

Antes de su partida, Antonio Gutiérrez fue nombrado encargado de propagar la vacuna por el resto de Filipinas. El 24 de septiembre, Aguilar solicitó a Gutiérrez que dos miembros de la expedición llevasen la vacuna hacia el sur de Manila, el archipiélago de Bisaya, Cebú, Mindanao, Misamis y Zamboanga. Los elegidos fueron Antonio Pastor y Pedro Ortega. Cada uno llevó 6 copias del Tratado de la Vacuna para instruir a los curas y médicos locales. Les acompañaron 20 niños filipinos que iniciaron la cadena de inoculación.

Regreso a México

En junio de 1806, los expedicionarios junto con los niños mexicanos, esperaban volver a Acapulco a bordo del mismo galeón que los había traído a tierras filipinas. Los daños sufridos en el barco por un tifón demoraron la partida. Durante la espera, se produjeron dos muertes, la del enfermero Ortega en su viaje por el sur y la de uno de los niños mexicanos. Tras tres nuevos intentos de zarpar, lo consiguieron a mediados de abril de 1807, llegando a su destino el día 14 de agosto. Lamentablemente, al llegar a la capital mexicana, falleció otro niño originario de Zacatecas, mientras esperaba su viaje de regreso a casa. La Junta Central de la Vacuna fundada por Balmis en Filipinas, se mantuvo activa durante 100 años, vacunando a miles de niños. «Se continuará?».

Los dos Ángel Crespo, el bueno y el malo

Dos individuos de nombre Ángel Crespo participaron en la Expedición. El primero, ayudante personal de Balmis y contratado como enfermero, era el encargado de llevar el diario de ruta que no ha podido conservarse. Crespo volvió a México tras la estancia en Filipinas, quedándose en aquel país para siempre. El segundo, era el capitán del Magallanes, navío en el que los expedicionarios viajaron a Filipinas. Crespo no cumplió el acuerdo con Balmis de acomodar con dignidad a su equipo y a los niños vacuníferos. Tampoco les proporcionó una alimentación adecuada, siendo los niños los más afectados. Éstos viajaron en un lugar sucio, falto de luz, húmedo, sin camas, durmiendo hacinados en el suelo. La generosidad de otros pasajeros alivió algo sus penurias. Crespo, además, pidió a Balmis 300 pesos por cada niño y 500 por cada adulto de la expedición, cuando el resto de los pasajeros pagaba 200 pesos por los mismos servicios. Las quejas de Balmis por el trato indigno recibido no se hicieron esperar. Al Crespo «malo» se le abrió un expediente, que le obligó a devolver a la Real Hacienda el intolerable exceso de cobros.