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Gabriel Miró, a un paso del olvido

Los homenajes de la sociedad e instituciones alicantinas al escritor desde 1930, año de su muerte, han ido desvaneciéndose en la última década con una escasa actividad cultural en torno al autor y el cierre de la emblemática biblioteca que lleva su nombre

Acto de colocación de una placa en la casa natal del escritor. Ambas de 1935. ARCHIVO SÁNCHEZ MONLLOR

Durante muchos años, los días 27 de mayo, aniversario de la muerte de Gabriel Miró, en actos promovidos por la añorada y modélica Obra Social de la Caja de Ahorros, un nutrido grupo de personas, acompañado en ocasiones por alguna autoridad municipal, nos reuníamos junto al busto que se dedicó al escritor en la recoleta plaza de Alicante que lleva su nombre, colocábamos una corona de laurel con cinta indicativa de la conmemoración y dedicábamos unas palabras al escritor o leíamos un fragmento de alguna de sus obras en un acto de matiz literario, grato y de vivo recuerdo.

Miró tuvo siempre el propósito de vivir sin homenajes que exigieran su presencia aunque no despreció ninguno y siempre los agradeció. Se esforzó en purificarse de toda vanidad y de exaltar en él su orgullo. Solo asistió a uno en Madrid en 1908 tras haber ganado su primer premio literario otorgado por Ramón del Valle-Inclán, Pío Baroja y Felipe Trigo. También renunció a dar conferencias a las que fue invitado en Canarias, Barcelona, Murcia, Madrid, Londres y en América; solo dio una en Gijón sobre las Figuras de la Pasión del Señor y lo hizo motivado porque cuando apareció su libro del mismo título procesaron y encarcelaron al director del periódico El Noroeste por haber reproducido un fragmento.

Homenajes tras la muerte

Los homenajes que en vida se tributaron al escritor se multiplicaron de diversos modos en Alicante tras su muerte el 27 de mayo de 1930. Tres días después el Ayuntamiento de la ciudad hizo constar «el profundo sentimiento del pueblo de Alicante por la muerte del glorioso escritor» y acordó «inscribir el nombre de Gabriel Miró en la lápida existente en el salón de actos de estas casas consistoriales, donde están grabados los nombres de los hijos ilustres de Alicante [..] y denominar Jardín Gabriel Miró al existente en la plaza de Isabel II». El reconocimiento oficial se renovó por el Ayuntamiento en 1935 acordando «dedicar un monumento a perpetuar la memoria del ilustre escritor Gabriel Miró, emplazando su busto en los jardines que llevan su nombre». El monumento se inauguró el 27 de mayo, con asistencia de autoridades y de un miembro de la familia de Gabriel Miró a quienes se había invitado comunicándoles «que esta Corporación se sentiría muy honrada con que asistiera alguna representación de la familia del insigne autor de Años y LeguasAños y Leguas a dicho homenaje, inspirado en la más profunda admiración y simpatía hacia la obra de tan prestigioso alicantino, gloria de las letras castellanas». En día de Hogueras del mismo año, la del distrito Gabriel Miró se sumó a los reconocimientos colocando una placa conmemorativa en su casa natal en la calle Castaños.

Los honores y dedicación a la memoria de nuestro gran escritor continuaron en sucesivos años con la inauguración por la Caja de Ahorros del Sureste de España en 1952 de una biblioteca dedicada a Gabriel Miró -un hito histórico cultural en Alicante-, la celebración de una semana-homenaje al escritor en la que participaron entre otros el poeta Vicente Aleixandre y Oscar Esplá, actos multitudinarios ante el busto y otros en centros docentes y en aulas de cultura de la Caja.

Es momento de recordar este aniversario y preguntarnos por qué desde hace unos veinte años los días 27 de mayo nadie se acerca al busto del escritor. Ya no se ve a ciudadanos ni autoridades que año tras año homenajeaban al ilustre alicantino en este representativo lugar. Ni la fundación heredera de los cuantiosos bienes de la extinta Obra Social, ni las autoridades municipales, ni otras entidades culturales promueven actos para honrar al escritor en esta fecha. Es triste comprobar cómo se empobrece la dedicación al recuerdo de personalidades que ennoblecieron el nombre de Alicante. ¡Qué ha de pasar para que Alicante rinda culto a sus más insignes representantes! ¡Qué extraños agentes anulan certeros caminos emprendidos para honrar su memoria!

Foto inédita del acto de inauguración del monumento a Miró. 1935.

«Deuda» con Alicante

No debe olvidarse a Sigüenza, pasajero íntimo de Miró, que tantas páginas dedicó a la tierra que amaba. Recordemos uno de los párrafos que dedicó a Alicante: «Mi ciudad está traspasada de Mediterráneo. El olor de mar unge las piedras, las celosías, los manteles, los libros, las manos, los cabellos. Y el cielo de mar y el sol de mar glorifican las azoteas y las torres, las tapias y los árboles. Donde no se ve el mar se le adivina en la victoria de la luz y en el aire que cruje como un paño precioso».

Y con la generosidad que ahora a él se le niega escribía Gabriel Miró el 30 de enero de 1925 a su amigo Emilio Costa, director del Diario de Alicante, en carta todavía inédita: «Alicante no tiene ninguna deuda conmigo ¡soy yo quien la tiene siempre con la comarca alicantina! Todo lo que llevo escrito lo que estoy escribiendo y lo que quiero escribir se mantiene de la óptica y de la sustantividad estética de mi tierra».

Confío en que se renueven esos encuentros de evocación y recuerdo de nuestro ilustre escritor, con tanta sencillez y pureza. Hoy estaré de nuevo en torno al busto, probablemente solo; no importa, el lugar es muy grato. En esa plaza que antaño fue mar recordaré las palabras de Miró plenas de nostalgia y pasión estética: «Alicante era una ciudad de terrados blancos, con palomos que iban y volvían en el azul. Todas sus casas, con sensación de escollera, de faro, de haber sido mar y de tenerlo bajo de la piedra».

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