Llegaba ayer San Isidro a su primer descanso de toreo a pie tras una primera semana marcada por la puerta grande menor lograda por Miguel Ángel Perera y el deslumbramiento del sábado por parte de Pablo Aguado. Doce muletazos, doce fogonazos que acallaron los tendidos estupefactos, y que se recordarán más que todo lo hecho por el extremeño. Y en este paréntesis de rejoneo se vivieron dos momentos de muy buen nivel a cargo de Andy Cartagena y Sergio Galán ante más de quince mil espectadores.

Había cabalgado eficaz Andy ante el reservón primer astado de Bohórquez, que le permitió poca intensidad, aunque se le pidió levemente un trofeo por su profesionalidad. El cuarto se movió más en pos de Apolo, a cuyos lomos recetó el benidormí dos quiebros de batida inicial muy llamativa; con Cupido templó en los medios y se fue bailando hacia los embroques saliéndose con hasta cuatro piruetas llamativas; y con Luminoso brilló en cabriolas con dos banderillas al violín. Dos cortas finales sobre Pintas preludiaron un pinchazo y un certero rejonazo que dejaron el premio en una oreja.

También brilló Sergio Galán ante el quinto, el astado más colaborador junto al sexto, y logró pasajes muy templados montando a Embroque y, sobre todo, a Ojeda, a cuya grupa llevó prendida la embestida del toro a la salida de varios encuentros con los garapullos. Sobre Apolo pareó a dos manos con brillantez. Un efectivo rejonazo debería haber dado paso a un doble trofeo que el usía dejó en uno solo. Del segundo de la tarde le pidieron tímidamente una oreja por una labor pulcra.

Andrés Romero se mostró muy irregular toda la tarde. Demasiadas pasadas en falso, varias banderillas caídas y desajustes evidentes no permitieron que su quehacer tomara cuerpo. Se jaleó mucho con la voz, pero no fue suficiente para tocar pelo.