Su apertura fue noticia hace cinco años y su próxima ampliación es inédita en una librería alicantina. La librería Pynchon&Co, ubicada en la calle Quintana desde octubre de 2014, cerrará temporalmente unos días este verano para trasladarse unos metros calle arriba, a un local cuatro veces mayor que el actual.

Tras intentar sin éxito adquirir un local contiguo, será finalmente un antiguo gimnasio de 400 m2 en la calle Segura el que acoja a la librería alicantina donde «ampliar el concepto con el que empezamos», como indica Manuel Asín, artífice de este espacio diferente dedicado a la buena literatura alejada de los best-sellers.

Con un fondo de 12.000 libros, «el local empezaba a quedarse pequeño y a no ser práctico. Había tres tramos de escalones y eso siempre es un obstáculo, y en cualquier actividad no podías juntar a más de quince personas», explica el fundador del establecimiento -en el que también trabajan los libreros Celia González, Pepe Aracil y Toni Hidalgo-, que en su nueva etapa contará con varios espacios diferenciados: la librería, una vinoteca-cafetería con patio al aire libre, zona de libros infantiles, espacio para presentaciones, conciertos y proyección de películas con habitación propio para la realización de talleres.

¿Por qué una vinoteca? «El vino es algo muy parecido al libro, es un buen mediador cultural, como la literatura bien hecha», destaca Asín sobre la «artesanía» del vino, en línea con la librería, ya que será un espacio de venta y degustación con maridajes de caldos «más desconocidos y de distintas denominaciones, sobre todo ahora que hay muchos cultivos ecológicos. Nada de vinos clónicos, hechos en serie que no se distinguen entre sí, pero que tampoco sean caros o excluyentes».

En Pynchon&Co hay actividad cultural a diario a través de presentaciones, clubs de lectura, grupos de tertulias y talleres de escritura, caligrafía, poesía o collage. Ahora se añadirán también conciertos acústicos y ciclos de cine. El aforo aumenta a un centenar de personas y podrán desarrollarse tres actividades simultáneas.

«Todo es cultura y huímos de la imagen sacralizada del libro. Entendemos que son apartados que engarzan y ampliamos el campo para dar cabida a otras manifestaciones culturales», declara Asín, que mantiene que la librería «ya no es solo una persona que recomienda o vende libros; eso es una parte, pero no la única. Nos gusta que la librería sea un punto de encuentro donde tomar un café o un vino, que haya gente leyendo sin estrés o compartiendo cosas en común». El futuro, añade, pasa por renovarse o morir, ante el cierre de librerías clásicas: «Tienes que atraer a gente que ya no compra los libros que compraba antes porque no tiene tiempo. Quizás ya no me leo un libro de 300 páginas pero sí voy a escuchar a alguien que me cuente cosas librescas».