Orchestre Philharmonique

de Radio France

Alicante, ADDA, 10 mayo 2019, 20 horas.

Hilary Hahn, violín

Mikko Franck, director

Violinista de profesión, Sibelius compuso esta obra en 1903, en la época en que se había instalado en un lugar forestal, Järvenpää, situado algunos kilómetros al norte de Helsinki. La calma y la soledad de su residencia impregnan una buena parte de su creación hasta que en 1929 publicó sus últimas obras, refugiándose en un silencio total hasta su muerte casi treinta años después. El concierto para violín y orquesta fue revisado en 1905, unos meses antes de su estreno, en octubre de dicho año en Berlín bajo la dirección de Richard Strauss. Es una obra que pese a que no ha provocado una adhesión unánime se ha convertido en una obra frecuente del repertorio violinístico. La parte solista exige una técnica impecable, lejos de todo virtuosismo inútil, con una expresión sobria y calculada. El movimiento inicial es el más complicado e interesante, en el que la cadenza, situada en el centro del movimiento, adquiere un relieve inhabitual.

El pasado 8 de marzo se cumplieron 150 años de la muerte de una de las glorias musicales del romanticismo francés. Con motivo de este aniversario la obra de Berlioz está siendo programada en todo el mundo. No es extraño, por lo tanto, que hoy haya incluido la Orquesta de Radio France la Sinfonía Fantástica en su primera presencia en el Auditorio de Alicante. Está considerada una obra decisiva en la historia de la orquesta moderna sin cuya existencia no pueden explicarse las obras posteriores de otros maestros en el arte de orquestar como Wagner, Ravel o Richard Strauss. La obra fue compuesta en los primeros meses de 1830 y se estrenó el 5 de diciembre de ese año en la sala del Conservatorio de París.

Berlioz escribió para el estreno de la Sinfonía Fantástica un programa literario, que debía distribuirse entre los asistentes, explicando la génesis de la obra, detallando «el plano del drama instrumental» en cinco movimientos o partes. La explicación tiene tintes autobiográficos.

Berlioz sentía en 1830 pasión por la actriz irlandesa Harriet Smithsson, a quien había visto actuar en el Odeón en el papel de Ofelia. Esa pasión la traspone a la obra, literaria y musicalmente. Así, Ensueños y pasiones es cuando un joven músico se enamora de una mujer que «reúne todos los encantos del ser ideal»; bajo los efectos del opio se apoderan de él todos los delirios de la pasión: raptos de furor y celos, retorno a la ternura, lágrimas y consuelos religiosos, etc.

En la segunda de las partes, en el «tumulto de una fiesta», suena un vals delicado y elegante que suscita una impresión de irrealidad. En la tercera escena, una noche de verano en el campo, las «ideas de felicidad» se ven ensombrecidas por «negros presentimientos» mientras ruge la tormenta.

En la cuarta de las partes, el músico sueña que ha matado a su amada y que le conducen al cadalso. Los contrastes de este cuarto movimiento estremecieron a los asistentes al estreno de la obra, entre los que se encontraba un jovencísimo Franz Liszt, por lo que fue repetido a petición del público. Finalmente, la obra se cierra cuando entre «ruidos extraños, gemidos y risotadas» el infortunado músico se ve en sus propios funerales durante el sabbat mientras se entremezclan los toques fúnebres con las notas del Dies trae.

Robert Schumann mostró su entusiasmo con las audacias de encadenamientos armónicos en esta obra de Berlioz, y Paul Dukas dijo que «la primera convicción que se impone después de la audición de la música de Berlioz es la de la naturaleza dramática del autor. Todo en Berlioz se convierte en drama».