Hace cincuenta años, y tras un homenaje que Alicante rindió al barítono Marcos Redondo, un grupo de amigos apasionados de la lírica decidió fundar una pequeña agrupación para dar rienda suelta a sus voces en piezas de zarzuela. Nacía así la Compañía Lírica Alicantina, más conocida como Peña Lírica Alicantina, que sigue en pie hoy con 37 miembros y que desde entonces ha ofrecido más de un millar de representaciones de 70 obras pertenecientes a este género musical español.

Con motivo de este aniversario extraordinario, la única agrupación lírica alicantina quiere celebrar con el público sus cinco décadas de trayectoria el próximo viernes en el Teatro Principal de Alicante con la Gran Gala Lírica, un espectáculo a beneficio de la asociación APSA en el que participarán más de cien artistas, entre músicos y cantantes.

Las entradas, que tienen un precio único de 25 euros, se pueden adquirir en las taquillas del teatro o en la web de la compañía, y ya se han vendido más de medio millar de localidades.

En la gala se representarán 26 fragmentos de distintas zarzuelas (La tabernera del puerto, La dolores, La del manojo de rosas o La reina mora, entre otras) y la Peña Lírica estará acompañada de la Coral Ilicitana, la Agrupación Lírica Ciudad de Elda, la Asociación Lírica Bohemios de Valladolid, la Orquesta Batiste Mut y el Conservatorio Profesional de Danza José Espadero de Alicante.

El presidente de la agrupación, Nacho Hernández, indica que los principios de la compañía fueron «un poco caóticos» pero el fin sigue siendo el mismo: promover la zarzuela. «En esa época había mucha afición en Alicante y muchos grupos, con producciones de dos y tres horas de compositores como Chapí, Torregrosa o Chueca. Sabemos que representaron obras en valenciano, que seguramente estaba perseguido, y en esa época hacían piezas pequeñas con un piano», explica el presidente y barítono, que relata que en la década de los 70 se trasladaron a la actual sede en la calle Nueva Baja, en el barrio de San Antón, «y se construyó un pequeño teatrito para representaciones todas las semanas, con su camerino, tramoya, barra. Ahí ya empezaron a salir por la provincia».

La dirección musical del maestro José Garberí (al que luego seguirían Luis Molina, Saúl Martínez Vicedo y el actual, Christian A. Lindsey) y la entrada de su yerno, José Manuel Navarro, fue determinante en esas décadas, «la compañía tomó impulso e incluso Garberí compuso dos zarzuelas para el grupo».

En 2004 se produjo un cambio importante, ya que el conjunto lírico empieza a trabajar conjuntamente con la Orquesta Sinfónica del Vinalopó dirigida por José Antonio Pérez Botella y la formación afronta proyectos mayores: «En ese momento la Obra Social de la Caja de Ahorros del Mediterráneo y la Diputación nos proporcionaban mucho trabajo, con funciones viernes, sábados y domingos y salidas fuera de la provincia».

Esta gran experiencia ha llevado a este grupo de aficionados a enfrentarse a montajes cada vez más profesionales. «La diferencia entre un grupo profesional y nosotros es muy fina. Nosotros hemos hecho cosas muy grandes que ya quisieran haber hecho compañías profesionales», apunta el presidente, que destaca que la Peña Lírica es una asociación sin ánimo de lucro y sin subvenciones pero, ante todo, «sigue siendo una gran familia» con «valores de la lírica asociados a la cultura y al arte» y unida por «mantener el amor a un género musical muy nuestro y en el que nos vemos muy reconocidos».

La última etapa está marcada por su entrada en la programación del Teatro Principal de Alicante, en 2016, cuando representaron El cantar del arriero, con Paco Sanguino al frente del teatro, quien les animó a crecer en calidad y a innovar en el escenario.

En 2017 representaron Luisa Fernanda, «ya con 50 personas y con una puesta en escena distinta, moderna y novedosa. Llenamos el teatro y agotamos las entradas», pero el culmen llegó el pasado año como compañía titular de la residencia lírica Ruperto Chapí, que les permitió ensayar en el propio teatro Doña Francisquita. «Éramos 120 personas trabajando, el montaje costó 20.000 euros, había muchos coros. Pusimos la entrada a 25 euros y vendimos 1.500 localidades durante dos días. Salimos rentables para el teatro; el público responde muy bien», apunta Nacho Hernández.

Para este año preparan algo similar y no descartan salir al extranjero para celebrar los 50.