Anda Paco Ibáñez celebrando los 50 años de aquel histórico concierto en el Olympia de París, celebración que le llevará a tocar el próximo 4 de mayo al festival Música i Lletra que se celebra en Xàtiva. «La tierra del Al vent», proclama ufano por teléfono. Así, la entrevista empieza y acaba de la misma forma: con Paco Ibáñez cantando con alegría la canción de Raimon. «Lo de buscant a Déu me da igual -aclara-, que se busque él solo».

P Usted creció en Euskadi pero nació en València. ¿Qué vinculación mantiene con esta tierra?

R Sí, sí, nací en el Grao, en Natzaret, pero la vinculación es mínima. Solo el hecho de saber que la primera luz que vi fue la de València y esa primera luz queda para siempre, es como un sello. Pero ya en pañales me llevaron a Barcelona, la Guerra Civil la viví allí en pañales, y después a Francia y de ahí a Euskal Herria, y otra vez a Francia y después a Cataluña, y así he andado, como un paquete.

P Leí no hace mucho que los maoístas intentaron reventar uno de sus primeros conciertos en València...

R Eso mejor olvidarlo, de verdad, madre mía la que me armaron. La madre que los parió, me dejaron muy mal sabor. Empecé a cantar y se me ponen todos a gritar como animales, y les digo «yo he venido aquí a cantar». Yo no tenía ni un centavo entonces, y esos conciertos me aliviaban. Me dejaron acabar el concierto, pero al final nos pusimos a hablar, a qué mala hora. Les dije que me dejaran cantar otra vez y que después le metieran fuego a la casa. Ellos eran como un tribunal popular, dijeron que sí pero yo sabía que no iban a hacer nada. Y, efectivamente, al final no pasó nada.

P ¿Usted piensa mucho en el favor que le hizo a esos poetas de la década de los 50 cantándoles a la vez que cantaba a Quevedo, Góngora y Lorca?

R No, yo he pensado siempre en el favor que los poetas nos han hecho a todos, a toda la juventud que bebió un poco de espíritu, jóvenes que les interesaba más el arte y la cultura y saber lo que pasaba en el mundo para remediarlo, que los partidos de fútbol.

P Pero si usted no hubiera puesto música a esos poemas seguramente mucha gente no los hubiera conocido.

R Eso sí, a lo mejor ese es el único mérito que tengo. Pero si ellos no hubieran escrito lo que habían escrito yo no lo hubiera cantado... Todos juntos conseguimos algo.

P ¿Qué unía a Celaya o Goytisolo y compañía con los poetas de la Edad de Oro?

R Los poetas no se miden en épocas. O eres poeta o no eres. La relación es continua, no se para en ningún sitio, tienes magia o no la tienes. Si yo he tenido un pequeño mérito es haber abierto la ventana y que esa poesía salga a la luz de los días y a los corazones de la gente.

P Cantaba usted, y escribió Celaya antes, eso de «Maldigo la poesía que no toma partido hasta mancharse». ¿Se mancha hoy la poesía suficientemente?

R Bueno, si coges las cosas con sus comas y sus puntos, entonces no. La importancia de esa canción está en otro verso, y sólo por ese verso canto todo el resto: «Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno». Eso vale todo el resto.

P ¿El arte por el arte, o la poesía por la poesía, sin compromiso, es un error?

R No, tu escuchas una suite de Bach, que no las relaciona con situaciones ni circunstancias ni pobreza ni riqueza, es una riqueza en sí. Si te conmueve y te emociona, cumple con el deber de cautivar a través de la emoción el corazón de la gente. No tiene todo por qué tener un sentido social. Si la música o la poesía tiene magia, ya es música o poesía social.

P En la dictadura cantaba «toma partido hasta mancharse» y en democracia lo cambió por «hasta forrarse». ¿Qué es peor?

R Así lo hice más explícito. La dictadura es la más gran corrupción, cuando dictadura y corrupción se pasean van juntas, no les pidas otra cosa.

P Usted, igual que Raimon o Sánchez Ferlosio, tras la dictadura casi tenían que pedir perdón por cantar.

R Sí, pero eso pasa siempre cuando algo se pone de moda. Pero lo que tiene fuerza, potencia y raíces no lo doblega nadie. Yo creo que los cantautores no han estado mal vistos nunca, o en todo caso por la gente a la que no le gusta la cultura. Lo que quizá hemos estado ha sido en algunos tiempos mal escuchados. Para la derecha siempre hemos sido un enemigo.

P Ahora la extrema derecha se ha quitado la careta y vuelve a reivindicarse y a buscar representatividad.

R Madre mía, madre mía, mejor que no sea así, pero hay que hacerle frente a esa realidad aunque sea amarga, horrible y asquerosa.

P ¿Y cómo se le hace frente?

R Pues teniendo conciencia, e incluso ahora que hay elecciones arrinconándolos, ninguneándolos, que no pasen la frontera de tocar el poder y hacer los desastres que caben en ellos. Son destructores de la sociedad, de la cultura, de la civilización. Si la extrema derecha toca el poder, volveremos a la España cavernícola.

P ¿La poesía tiene la fuerza de antes para combatir todo eso?

R La poesía está por encima de todo, de las épocas, de nosotros y de todo. La poesía está para aquel que va a buscarla, y quien la busca la encuentra. Y quien la encuentra estará satisfecho para siempre.

P Está ahora celebrando usted los 50 años del mítico concierto en el Olympia de París.

R Sí, y ojo que ese concierto tiene dos caras. Está la cara de la felicidad, de una juventud que se rebeló porque estaba hasta els collons de la autoridad postiza, la de los padres, la de las pequeñas taifas de dictadura. Pero luego, una vez conseguido eso, el enemigo no descansa y se inventó más fútbol, más deporte, más negocio, más espectáculo, destrozar la música con el pseudo-rock... Y todo eso, y las pequeñitas drogas, lograron desviar a la gente de la meta que se habían marcado. A mí me llegaron a decir que me tenían que reciclar, y poner saxofones y baterías y teclados... ¡Anda y que se recicle tu abuela!

P No sé quién dijo que el que resiste gana. ¿Usted se siente ganador de algo?

R Uno al final tampoco está resistiendo. Yo defiendo seguir sintiendo lo que siento y moverme por unas normas que uno establece. Si hago una canción, quiero que sea bella y emocione a la gente. Y de ahí no me aparta ni Jesucristo.