P Cuénteme cómo y cuándo conoció la poesía y al poeta Juan Gil-Albert.

R Te diré que la poesía de Juan es muy muy buena, pero he llegado a la conclusión de que es aún mejor su prosa. Si Juan fue muy gran poeta fue aún mejor prosista. Lo primero que leí fue una antología poética en una colección de Barcelona, Ocnos, en 1972, Antología de la constancia. En La Gaceta Ilustrada Antonio Tovar hacía una crítica altísimamente positiva de su libro y me llamó la atención. Compré el libro en 1972 y lo leí. Pero hasta 1974 no apareció otro libro suyo. Curiosamente conocí a un poeta valenciano, Alfonso López Gradolí, y un día charlando me dijo que por qué no enviaba mi primer libro a Juan Gil-Albert. Un poco más tarde, a fnales del 73 o principios del 74, recibí una carta muy amable en la que me enviaba un libro de prosa suyo dedicado, Concierto en mi menor. A partir de ese momento empezamos a cartearnos y fui a València a conocerlo en 1975. Desde entonces nos vimos muchas veces.

P De esos encuentros surgió El razonamiento inagotable de Juan Gil-Albert, un libro entrevista que usted firmó.

R Es el único libro entrevista que existe de él. Se lo hice en cuatro sucesivas tardes en València, en los años 80. Quedó muy agotado y ya no hubo una quinta sesión. Pero yo ya tenía material. Me regaló una foto dedicada que aún conservo.

P Se habla de que el exilio interior, tras volver a España, fue peor que su exilio exterior, en México y Argentina.

R Sí, él había escrito casi toda su obra en ese exilio interior, pero cuando sus obras empezaron a salir, algunas estaban terminadas y otras no. Sin embargo, las que no estaban terminadas las remató, a veces precipitadamente, y ya nunca volvió a escribir después de 1976. Todo lo que iba saliendo de Juan estaba ya escrito. Pero todavía no está en el sitio que merece porque es bastante inclasificable, la literatura que hizo no era habitual en el panorama español, y también porque pasó demasiados años en silencio.

P ¿Qué aporta su poética?

R Gil-Albert es difícil como poeta porque su poesía, siendo muy notable, es menos llamativa que el resto de su literatura. Un libro de poesía, de los principales para mí, es Las ilusiones, que lo escribió en el exilio, en Argentina en 1944. Ese libro tenía mucho de Cernuda, al que admiraba, y nos gustó mucho a los jóvenes de entonces por la mezcla de clasicismo, del gusto por la cultura como un elemento de vida, no como un elemento muerto, academizante. Todo eso va unido a un autor en prosa magnífico, a una persona que escribió uno de los primeros libros sobre homosexualidad. Incluso hizo unos conatos de novelas, como quizá uno de sus libros más bonitos, Valentín. Una vez le vi leer un trozo de esta novela y dijo: «Yo ya nunca volveré a escribir así».

P ¿ Por qué teniendo esa categoría, su nombre y su figura no están tan reconocidos?

R Quizá porque a veces no está cuando debe estar y si no se le mete luego es más difícil. El problema es que estuvo mucho tiempo desaparecido. En ese sentido tuvo mala suerte. Empieza una carrera literaria tardía, casi al filo de la Guerra Civil, con lo cual tiene una obra pequeña si excluyes los primeros libros, que él no quería recuperar. Él se va al exilio y vuelve por amor. Eso lo sabe poca gente. Está muriendo su cuñado, que fue el gran amor de su vida, y por eso decide regresar en el 47 a la España franquista. Al volver no le permiten publicar y eso hace que esté mucho tiempo en silencio. Estuvo casi 30 años sin existir literariamente y eso es lo que le deja de lado. Se le recupera luego con mucha fuerza a finales de los 70, pero tiene problemas económicos y el Ayuntamiento de València para ayudarle le pide que edite su obra completa en la Fundación Alfonso el Magnánimo que no tenía distribución. Entonces esa obra apenas se ve. Así que hay una nueva desaparición. Y para colmo hay una tercera: en el 90 empieza a tener Alzheimer. Solo cuando muere en el 94 se habla uno poco de él de nuevo.

P Para eso está este congreso.

R Pues esperemos que sí. Lo que se debe hacer con su figura es intentar colocarlo en el sitio que debe estar, que es muy preminente. Es un poeta y un prosista de la Edad de Plata, a caballo entre la Generación del 27 y la del 36, aunque en realidad pertenecía al 27. Hay que ponerle en su sitio porque hizo libros sobre ciertas temas que eran muy novedosos en los 50 o 60 aunque los publicó mucho después. Ahora se van reeditando sus obras pero quizá falten ediciones más asequibles. En un momento en el que el nivel cultural de este país es muy bajo no es el caldo de cultivo para Gil-Albert porque es un escritor culto, ameno y fácil de leer, pero sin cultura es un poco difícil leerlo.

P Le atribuyen ser uno de los grandes rescatadores de Gil-Albert. ¿Llegará el día en que se estudie junto a otros poetas como Lorca, Altolaguirre o Neruda?

R Yo creo que sí. Lo veremos antes o después, pero lo veremos seguro porque si no, no se harían congresos como este. Un autor de esa calidad no puede estar en silencio. En Alicante y València se le han hecho homenajes, pero le faltan homenajes a nivel nacional. El único que se hizo fue uno que propició Alfonso Guerra en los 80 en Madrid. Él no era nada nacionalista, no le gustaba nada lo local, era una persona muy cosmopolita en todos los sentidos, un autor que tiene que reivindicar la literatura española y no la literatura valenciana. Es un autor notable en español, en España y fuera de España.

P ¿ Al mundo le hace falta un poco de poesía?

R Una persona como Gil-Albert sería muy bueno en este momento porque buscaba la mesura, el entendimiento, el imperio de la razón. Era una persona más bien de izquierdas, al menos de la izquierda tradicional, no creo que tuviera mucho que ver con la de ahora. Estaba muy en contra de los extremismos, de los nacionalismos. En este momento le hubiera parecido fatal el independentismo y esa derecha intolerante. Y también la izquierda intolerante.