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Teatro, crítica

El milagro continúa

La veterana actriz y el personaje establecieron una relación que no se ha perdido desde hace casi cuarenta años

Lola Herrera

Cinco horas con Mario

Teatro Principal de Alicante

De Miguel Delibes. Reparto: Lola Herrera. Dirección: J. Molina.

La veterana actriz y el personaje establecieron una relación que no se ha perdido desde hace casi cuarenta años. Este casual encuentro se produjo en noviembre de 1979, y a lo largo de estas cuatro décadas han podido reencontrarse en distintas ocasiones. En 2016, Lola Herrera y Carmen Sotillo empezaron a relacionarse nuevamente. Y a partir de abril de 2018 comenzó la gira. No es habitual que estas cosas sucedan. Pero así es. El mismo productor, José Sámano, y la misma directora, Josefina Molina. ¡Un milagro teatral! Pudo verse interpretando esta obra a Natalia Millán en 2011, en el coliseo alicantino, espacio donde los numerosos espectadores han podido verla de nuevo y sentir a Lola Herrera. La adaptación de la novela Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes, publicada en 1966, la realizaron el propio escritor, Sámano y Molina. El texto novelístico es un clásico de las letras españolas, y la versión teatral es un mito que sigue latente con nuestra dama de la escena. Imprime a su papel la hondura psicológica que ya viene de fábrica con el lenguaje de una señora que acaba de perder a su esposo. La familia y las visitas, cuyas voces oímos en una grabación, se han marchado. Ella continúa en el velatorio y se dirige a su pasivo interlocutor en la soledad de su casa. La viuda destapa las personalidades de los dos, con sus diferentes modos de ser y estar, y los conflictos matrimoniales en un recorrido por la trayectoria de ambos. Quedan patentes la conservadora mentalidad de esta mujer de clase media alta y el talante más elevado de quien fue catedrático, comprometido periodista e intelectual. El minucioso monodiálogo refleja la sociedad de entonces y la provinciana realidad de la época. Insatisfacciones, reproches diversos, ambiciones convencionales, el dilema de las «dos Españas» y asuntos intemporales como la culpa, el vacío o el desamor. La dirección de Molina es invisible. Lola Herrera se deja llevar por esa corriente, domina la perspectiva irónica de Delibes, llora, atrapa al público y encarna a la Carmen que asume firmemente los cánones burgueses de la sociedad patriarcal, responsable de estrechas actitudes que hoy chocan con las mujeres más abiertas.

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