En Las autoridades de los Virreinatos americanos reclamaban el envío de la recién descubierta vacuna para combatir las epidemias de viruela. Los intentos de remitirla en cristales lacrados envueltos en un paño negro fracasaron, ya que llegaba desnaturalizada por no soportar las altas temperaturas. Balmis efectuó una propuesta que le valió el nombramiento como Director de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, utilizar niños como transportadores del fluido vacunal. Era una forma de mantenerla fresca, útil y eficaz durante el largo periplo expedicionario. La idea de Balmis fue la de colectar niños entre 5 y 8 años que no hubieran padecido la viruela. ¿Por qué niños y no adultos? Porque los adultos podían haber padecido la viruela anteriormente, además de otras enfermedades como la sífilis, por ejemplo, lo que podía poner en riesgo al siguiente de la cadena humana. ¿En qué consistía la cadena humana? La expedición partió de La Coruña en noviembre de 1803. Dos niños fueron inoculados en sus brazos con la vacuna. Transcurridos 10 o 12 días se formaba un grano maduro, una pústula, de la que se podía extraer fluido vacunal para inocular a otros dos niños y así sucesivamente se formaban los eslabones de la cadena. ¿Por qué de dos en dos niños? Porque si en uno de ellos no se formaba la pústula vacunal, podían recurrir al otro. ¿Cuántos niños participaron en aquella cadena infantil? Centenares, tal vez miles, la inmensa mayoría anónimos. Conocemos, sin embargo, a los que Balmis seleccionó personalmente en las distintas etapas de la expedición. Inicialmente, seis niños de la Casa de Desamparados de Madrid sirvieron para llevar la vacuna desde Madrid a La Coruña.

Galleguitos

Una vez en Galicia, Balmis se ocupó de colectar niños en la Inclusa del Real Hospital de Santiago y en el Hospital de la Caridad de La Coruña. En total fueron 22 niños, cuyos nombres son conocidos y a los que se rinde un merecido homenaje en A Coruña con unas placas conmemorativas. Sus edades estaban comprendidas entre los 3 y 9 años. La primera escala atlántica de la expedición fue Santa Cruz de Tenerife. La isla se convirtió en el centro de operaciones de una exitosa misión que, transcurridos 27 días de estancia, infundió un gran ánimo a los expedicionarios. Desde todas las islas llegaron embarcaciones con niños y facultativos para recibir la vacuna. La cadena humana vacunal se expandió de esta forma por las Islas Canarias. Brazo a brazo, niño a niño. Tras distintas etapas (Puerto Rico, Cuba, Venezuela), los niños vacuníferos gallegos llegaron a Veracruz en julio de 1804.

Los niños mexicanos

La expedición tenía entre sus objetivos vacunar en las islas Filipinas, territorio español en aquella época. Balmis y sus ayudantes colectaron en México un total de 26 niños para cruzar el Pacífico. A diferencia de los niños gallegos que eran todos huérfanos, la mayoría de los niños mexicanos sí tenían padre (70%), madre (10%) y sólo un 10% huérfanos. En ocasiones se facilitó dinero a las familias para que autorizaran el viaje, en otras se les convenció prometiéndoles cuidado y educación a la vuelta del viaje. Zarparon de Acapulco rumbo a Manila en febrero de 1805. La travesía duró 9 semanas y media. Tras la estancia en Filipinas difundiendo la vacuna volvieron a Acapulco en agosto de 1807.

A estos niños conocidos hay que añadir aquellos que propagaron la vacuna en las distintas subetapas de la expedición. Los ayudantes de Balmis se desplegaron en el territorio mexicano para vacunar en muchas localidades, viajaron también a Guatemala. La subexpedición capitaneada por Salvany se dirigió a Sudamérica, vacunando en Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Chile.

En todos los lugares se colectaron niños para mantener viva la vacuna hasta el siguiente destino. Para perpetuar la vacuna se crearon Juntas de Vacunación en cada capitanía general. Su misión era mantener viva la vacuna con redes locales de vacunados. ¿Funcionaron las Juntas? ¿Hubo desabastecimientos de vacuna? y sobre todo, ¿Qué fue de los niños vacuníferos? ¿Qué les deparó el destino? «Se continuará...».