«Según Pedro, los niños que son grandes no tienen miedo a ningún lobo». La frase, un extracto del texto de Pedro y el lobo de Serguéi Prokófiev, cobraba sentido ayer ante un auditorio de niños monitorizados, vendados, llegados en cama o sobre la percha de sus goteros al Aula de Pediatría del Hospital General de Alicante, el primer punto de destino de la orquesta ADDA Simfónica, que ayer se estrenó en el ciclo de seis conciertos en centros sanitarios y sociales que realizará este mes de marzo para acercar la música a aquellos que no pueden acudir a un auditorio a escucharla.

Jordi López, que se encargó de narrar la obra sinfónica de Prokófiev en el aula hospitalaria, coordinó ayer a los cerca de 50 músicos de la orquesta que llenaron de corcheas y semicorcheas las distintas unidades infantiles del hospital. Divididos en 19 grupos -de uno a seis miembros-, los músicos se distribuyeron por habitaciones y pasillos de la primera, cuarta y quinta planta, y brindaron su música a un público que probablemente nunca había tenido tan cerca un violín, un fagot o una trompa, formado por lactantes, escolares, y niños con enfermedades oncológicas, además de los familiares que les acompañan y el personal médico y de enfermería que los atiende.

La orquesta ADDA Simfónica, con los niños del Hospital

La orquesta ADDA Simfónica, con los niños del Hospital

El jefe del servicio de Pediatría, Javier González de Dios, apuntó que no es la primera vez que la música se desplaza al hospital -recordó que desde hace tiempo mantienen una relación frecuente con la Orquesta de Jóvenes de la Provincia de Alicante (OJPA) y la orquesta de aspirantes- «pero sí es la primera vez que la música se distribuye por toda la planta, tocando en seis puntos diferentes a la vez».

Sobre quién agradece más escuchar estas notas en directo, González de Dios no dudó: «Todos». «Quizá algún niño, dependiendo de la edad, no es capaz de manifestarlo, pero el 99 por ciento está encantado, al igual que el personal sanitario y las familias, para quienes estos momentos son muy importantes», explica el jefe del servicio, que en su bienvenida a la orquesta agradeció el proyecto por ser «fantástico para los niños» y corroborar el poder «terapéutico» de la música.

«Llevan goteros, antibióticos y terapias pero la música no se olvida y esto lo recordarán siempre. La experiencia es mutua, para los músicos también, y es muy agradable», destacó el médico.

«Si se olvidan, aunque solo sean cinco minutos, de que están en el hospital, yo ya me voy muy contento», declaró David, trompa en la orquesta, y Dani Rodríguez, oboe, en su debut hospitalario, que consideró «una maravilla». «Se sienten muy agradecidos, son momentos de sentimientos, que les van a quedar siempre», apuntaron, mientras Paula y Lila, viola y violín, ya habían actuado en escenarios parecidos antes de integrar la orquesta. También Mayte, una flauta «muy habituada a hacer estas cosas, que me encantan» y que triunfa con el público infantil: les presta la boquilla para que soplen y prueben a sacar sonidos, les hace pruebas de melodías tristes y alegres, afinados y desafinados. Ella es la favorita de Isabelle, de 8 años, que deja hoy el hospital después de que los médicos le sacaran «una burbuja que tenía en la cabeza», y de Sofía, de 11, operada de apendicitis, que prefería el fagot pero la flauta también le convence. «Es que es la más relajante», argumenta Isabelle.

Además de Pedro y el lobo, los músicos tocaron durante algo más de una hora tangos de Gardel y Piazzolla, piezas de Mozart y Vivaldi o temas de Queen, La pantera rosa o El señor de los anillos.