Hacía tiempo que su existencia tenía poco sentido, pero hasta el pasado 28 de diciembre no les llegó la puntilla definitiva. En el último Consejo de Ministros de 2018, celebrado ese Día de los Santos Inocentes, el Gobierno decidió dejar los listados de abonados fuera del Servicio Universal de Telecomunicaciones. Así, al no considerarse ya como una prestación obligada, Telefónica ha dejado de editar las guías, algo que venía haciendo de manera obligada, a través de sucesivos decretos del Ejecutivo, en los últimos años, al no presentarse ninguna empresa al concurso convocado para ello a finales de 2015.

Era la crónica de una muerte anunciada desde que el desarrollo de la tecnología digital y de los dispositivos móviles cambiaron por completo las formas de comunicarse. Ya a principios de la década pasada la universalización del teléfono móvil supuso que el aparato fijo desapareciera de muchos hogares. Al mismo tiempo, internet y los smartphones hicieron que algo tan cotidiano en el pasado como abrir un listín y buscar en él un número de teléfono se volviera antediluviano. Para qué hojear un voluminoso libro si la misma información se puede obtener a través de la pantalla.

Cada vez más cuestionadas, convertidas en un símbolo de obsolescencia, las guías telefónicas dejaron de editarse en papel en 2012. Desde entonces los listines sólo se elaboraban en formato digital, y su descarga era gratuita a través de la página web de Telefónica. Las ediciones impresas podían pedirse a la operadora, pero hay un dato que lo dice todo: el pasado verano, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia informó que en 2017 sólo se habían pedido y repartido 304 ejemplares en toda España. Ahora ni siquiera es posible consultarlas en formato digital: Telefónica ha eliminado de su web el apartado «Servicio Universal», desde el que se accedía a la descarga de los listines de todas las provincias. Eso sí, el buscador de abonados por apellido y localidad sigue funcionado como siempre.

Los tiempos cambian y la sociedad evoluciona con ellos, y a fecha de hoy resulta extraño -sobre todo para las personas más jóvenes, «nativas digitales»- pensar que las guías telefónicas tenían un lugar destacado en casas, comercios y oficinas, hasta el punto de haber muebles especialmente diseñados para colocar el teléfono en la base superior y el listín en una cajonera frontal. Y la expectación ante la publicación de una nueva edición era tal que se anunciaba en prensa como si de una gran primicia se tratase; la hemeroteca de INFORMACIÓN es testigo de ello. En la década de 1970 y primera mitad de la siguiente, las portadas venían ilustradas con imágenes alusivas a la provincia en cuestión; Alicante, Elche, Alcoy, Villena, Calp, La Vila Joiosa y Xàbia, entre otros municipios, tuvieron ese protagonismo al menos una vez.

Dentro de las guías, todo un sinfín de datos, que aportan una gran información socioeconómica y política del momento, que permiten ver de qué forma se extendió el servicio telefónico en cada localidad y cuándo se automatizó, las tarifas -caras, en general- de cada época, los negocios existentes en un determinado lugar, los apellidos más extendidos, o que el prefijo de muchas poblaciones no se correspondía con el de su provincia: aún a día de hoy, las llamadas desde Alicante a Caudete y a tres pedanías del Carche son locales, pese a tratarse de Albacete y Murcia, respectivamente.

Pieza de archivo o de coleccionismo, lo cierto es que la guía telefónica ahora ya sí es una reliquia documental del pasado. Pero eso sí, con ella no ha muerto también otro elemento con el que antaño formó un binomio: la cabina. Contra todo pronóstico, la vida de los teléfonos públicos de pago se ha prorrogado, aunque difícilmente será duradera esa pervivencia.