Los objetos se tocan, se huelen, se saborean, se aprecian con los cinco sentidos. «Pero hay cosas que sabes que están pero son invisibles, por ejemplo, la tristeza, la alegría, el miedo, la soledad... Para eso se inventó la poesía, para coger lo invisible con los dedos del alma y poderlo dejar escrito para que los demás lo vean, para visibilizar lo invisible».

Para eso, dice José Luis Ferris, sirve la poesía. Y para eso el autor alicantino ha escrito Poemas para leer a Troche y Moche, un libro de poesía dirigido a niños a partir de 8 años editado por Anaya. «El niño es un lector generosísimo e implacable, las dos cosas», afirma el escritor. «No va a fingir nada, va a ser claro, pero si le gusta es absolutamente entusiasta; es un mundo muy interesante porque al fin y al cabo son los lectores del mañana.

Pero que sean niños, afirma, no quiere decir que la literatura dirigida a ellos sea banal. «Cuando escrito para niños intento meterme en su cabeza y ver lo que me gustaría leer a mí con 8 años; entonces sé que no quiero que me cuentes las cosas de una forma simple sino corta; hay que saber cómo piensa un niño y llevarlo al discurso».

El libro, que cuenta con ilustraciones de Teresa Novoa y estará en las librerías en marzo, incluye veinticuatro poesías, divididas en cinco apartados. El primero lleva por título Los árboles y otros amigos, con cinco poemas dedicados a la naturaleza. Le sigue Mis queridos animales, «una de las partes más divertidas del libro porque tiene versos para que los niños se rían mucho».

La tercera parte, La poesía es para todos, incluye cinco poemas «para pensar, donde hay reflexiones». Como un poema dedicado a un barquito de papel, «que en realidad está hablando de la tragedia de los inmigrantes en el Mediterráneo, a través de una niña que quiere ser marinero para rescatar a la gente y que no haya nadie que se pueda ahogar».

También hay un poema basado en un juego que el autor hizo cuando dio el pregón de Hogueras. «Si empiezas a golpear con un dedo la palma de la mano parece que son gotas de lluvia, con dos ya se intensifica, y al final con cuatro dedos el efecto es de un chaparrón brutal; esto lo explico en un poema para fomentar la solidaridad». Otro es un alegato para que las mujeres ocupen un lugar en la sociedad y «que nunca se dejen eclipsar por los hombres en ningún sentido y que tengan pensamiento propio»

En el cuarto apartado, los versos se centran en Trabalenguas y canciones, y en la última, Cosas del corazón, dedica cuatro poesías «a personajes de mi vida». Entre ellos, sus abuelos, o Miguel Hernández, poeta del que realizó la biografía. Para terminar, un poema sobre un niño autista.

Ferris, que ya ha firmado una docena de textos infantiles, destaca que este libro es un proyecto pedagógico. «En principio es lúdico porque son poemas para niños, pero detrás hay una gran voluntad de educación en valores y el sentido de la solidaridad».

Para ello, la literatura, afirma, es un gran vehículo. «El mejor camino para llegar a estos lectores en la literatura es el más corto, es el mejor para contar una historia, pero eso es muy difícil, hay que escribir con grandeza de la sencillez y eso lo han conseguido muy pocos, Antonio Machado y Miguel Hernández, diría yo».

¿Y quiénes son Troche y Moche? «Es una pequeña historia inventada que utilizo como introducción, en la que hablo de que cuando estaba escribiendo mi libro La isla de Tododelrevés me fui a un pueblo, Carimiel, inspirado en Altea, donde conocí a dos niños, Troche y Moche, y que siempre pienso en ellos cuando escribo poemas».