Alicante, ADDA, 18 febrero 2019

20 horas.

London Philharmonic Orchestra

Juanjo Mena, director

Javier Perianes, piano

Wolfgang Amadeus Mozart

Wolfgang Amadeus Mozart (Salzburgo,1756-Viena, 1791)

Obertura de «Don Giovanni» (K 527)

Una leyenda cuenta que Mozart compuso la Obertura de Don Juan la noche anterior al 26 de octubre de 1787, fecha del estreno de su ópera en Praga; para que se mantuviera despierto, su esposa, Constance Weber, le contaba historias. Entregó las partituras a los músicos de Praga antes de iniciarse la representación por lo que la ejecutaron «a primera vista». Muchos consideran Don Giovanni, un «drama giocoso» en dos actos, su obra lírica maestra, tanto que Kierkegaard sostenía que «Mozart nació para el Don Juan, o viceversa». El filósofo danés afirma en uno de sus textos, Los estadios eróticos inmediatos o lo erótico musical, «si Mozart es la música, Don Giovanni es música». En la Obertura se oponen dos movimientos y las tonalidades mayores y menores («Andante», en re menor, y «Molto alegro», en re mayor). Lo esencial de esta página, en opinión del musicólogo Michel Parouty, no es la presentación de los personajes sino el enfrentamiento de dos potencias a través de esta música: la muerte y la fuerza vital que anima al héroe, el bien contra el mal, el orden contra el caos?

Ludwig van Beethoven

Ludwig van Beethoven(Bonn,1770-Viena, 1827)

Concierto para piano y orquesta número 1, en do mayor (opus 15)

Esta obra concertante para piano y orquesta figura, con su Primera sinfonía y el Concierto para piano número 2, entre las que cierran el primer gran período de las composiciones beethovenianas, todavía de marcado estilo haydiano. La obra la estrenó el propio compositor en Viena el 2 de abril de 1800. Con el número 2, finalizado unos meses antes, el Concierto número 1 fue acabado en 1795 o 1796 y Beethoven compuso para él hasta tres «cadenzas» distintas. El compositor de Bonn nunca estuvo satisfecho con ninguno de estos dos primeros conciertos para piano y orquesta; reclamaba para los mismos «indulgencia» porque no pertenecían «aún a uno de (sus) mejores en este género» y los consideraba «ya como del pasado». En la obra, que dedicó a la princesa Odescalchi, son evidentes las influencias estilísticas de Haydn y Mozart aunque en el movimiento central ya se perciban acentos beethovenianos. La orquesta mantiene la misma estructura que en Mozart aunque con dos clarinetes: una flauta, el resto de la madera a dos, dos trompas, dos trompetas, timbales y cuerda.

Wolfgang Amadeus Mozart

Wolfgang Amadeus Mozart

(Salzburgo,1756-Viena, 1791)

Sinfonía número 39, en mi bemol mayor (K 543)

Se desconocen las circunstancias en que surgieron las tres últimas sinfonías de Mozart, aunque se sabe que fueron compuestas en un periodo muy corto, menos de dos meses, y constituyen la cumbre del clasicismo sinfónico junto con el ciclo de las «Sinfonías París» de Joseph Haydn.

Nunca fueron ejecutadas en vida del autor. Se piensa que fueron concebidas para un ciclo de conciertos o para la venta de las partituras dada la penuria en que vivía el autor, quien pese al triunfo de Don Giovanni en Praga no seducía a los vieneses, por lo que eran acuciantes sus llamadas de socorro económico a amigos y acreedores. La antepenúltima de sus sinfonías fue finalizada por Mozart el 26 de junio de 1788, tres días antes de la muerte de su hija Teresa. Es la más próxima a Haydn en su carga de gracia y vitalidad, en su técnica, y en su estructura clásica en cuatro movimientos. Nikolaus Harnoncourt consideraba que las tres últimas sinfonías de Mozart superaron el modelo sinfónico establecido «por la extraordinaria sensibilidad a la hora de enriquecer el discurso sinfónico con una atmósfera dramática y una fluidez teatral deslumbrante». Otro gran director, Carlo María Giulini, insistía en la misma idea cuando emparentaba la Sinfonía número 39 con la ópera Las bodas de Fígaro y afirmaba: «Todo en Mozart brota del más expresivo y puro sentido del canto».

La teatralidad en la música, tan nefasta en otros compositores, adquiere una nueva dimensión en esta fase final del sinfonismo mozartiano. El empleo en esta obra del clarinete, instrumento masónico por excelencia, ha hecho que algunos la hayan calificado como «Sinfonía masónica» ya que el ideal espiritual de Mozart sale a la luz en esta sinfonía de una manera deslumbrante: «todo alegría, gravedad, confianza y lucidez», en opinión de nuevo del francés Michel Parouty, autor del libro Mozart, amado de los dioses.