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«En ocasiones mirar muy lejos nos permite ver mejor de cerca»

Tiene una novela y varios relatos publicados y ahora ECU acaba de editar Cuento viejo, que publicó por entregas en INFORMACIÓN

«En ocasiones mirar muy lejos nos permite ver mejor de cerca»

P ¿Cómo empezó a escribir?

R En mi caso es un proceso natural al que llegué después de la lectura y que tuvo un detonante muy especial: una novela magnífica de Jorge Semprún, La escritura o la vida. Sería totalmente incapaz de explicar por qué empecé a sentir el interés por contar historias, por acercarme a la realidad de una forma distinta a la que lo había hecho toda mi vida. Cuando empecé el ejercicio de la abogacía, el motor que movía mis intereses intelectuales giraba absolutamente en torno al derecho y a la política. El instrumento de aproximación a esas materias, a los problemas que afectaban a la sociedad, era el ensayo jurídico, político o histórico. A partir de ese momento, empecé a percibir que la ficción podía realmente cumplir un papel esencial en entender la realidad, cuestiones tanto de la vida cotidiana como de la social, y ese fue el origen de mi interés por escribir, hace aproximadamente quince años.

P L leva la defensa de algunos de los casos judiciales más sonados de Alicante y tendrá que leer grandes sumarios. ¿De dónde saca el tiempo para escribir?

R Sí, tengo que leer algunas cosas, sí... (ríe) Pero creo que disponer de tiempo para cualquier actividad es cuestión de organización y, al cabo, de interés. Si uno se siente bien jugando un partido de fútbol con los amigos acaba encontrando ese momento para jugar y disfrutar un rato de la vida. Y si te sientes bien garabateando unas frases, al final acabas encontrando los ratos necesarios, a veces robándoselos a la familia, pero al final uno siempre encuentra tiempo para hacer lo que le gusta, no tiene mérito.

P ¿ Concibe tanto la abogacía como la literatura como herramientas para entender mejor la realidad?

R Es distinto. El derecho, además, influye en la realidad; la aplicación de las normas jurídicas afecta de manera determinante a la vida, de forma que es un instrumento que modifica la realidad, la vida de las personas. La literatura, ante todo, produce placer, es algo que ayuda a las personas a vivir y proporciona momentos gratificantes. Y la ficción, la buena prosa, que no es mi caso, ayuda a entender la realidad. Aunque tengo mis gustos literarios, me cuesta mucho adherirme a un determinado estilo literario. No creo mucho en la distinción entre gran literatura y best seller o literatura popular, creo que todo lo que a la gente le gusta leer es extraordinariamente positivo. Leer siempre es bueno, sea a Javier Marías o a Dan Brown.

P Su relato está ambientado en la época medieval pero con temas muy actuales: disputas políticas, agresiones a cómicos, amenazas a la soberanía, fundamentalismo religioso... ¿Es algo buscado o se mete en su escritura de forma natural?

R Uno siempre escribe con una idea de fondo, que subyace al propio acto de construir la narración. Dos de los grandes problemas que amenazan algo tan preciado como la democracia son el fundamentalismo religioso y el nacionalismo independentista excluyente. No son las únicas, porque las desigualdades sociales graves que se producen cada día también la amenazan. Es difícil, para los que tenemos un cierto compromiso social, sustraerse a esa realidad, y la ficción es un buen instrumento para aproximarse a ella, pero también se produce el proceso inverso: la realidad penetra de forma imparable en cualquier relato que esté mínimamente atento al contexto en el que surge.

P ¿Qué cuenta Cuento viejo ?

R Es una simple fábula que consiste en un viaje muy rápido y fugaz al pasado. Porque hay ocasiones en las que mirar muy lejos nos permite ver mejor de cerca. Intento, con un punto de humor y sin dramatizar, permitir algunas reflexiones sobre problemas muy actuales. El relato es un juego entre problemas que anclamos en el tiempo pero que vivimos cada día que nos despertamos, de ahí el título de Cuento viejo.

P No diremos cómo acaba.

R Mejor no.

P ¿ Pero le gusta que sus historias tengan resolución final, como en los juicios?

R No, yo soy un abogado y un aficionado a la escritura. No establezco una relación entre esos dos intereses intelectuales. De hecho, nunca he escrito una ficción relacionada con el mundo del Derecho, ni pretendo imitar de ninguna de las maneras a John Grisham [famoso por sus relatos judiciales de suspense]. Aunque soy la misma persona, no hay ninguna relación entre mi actividad profesional y los intentos de contar una historia de vez en cuando.

P Le habrán dicho que por su profesión le sería más fácil escribir novela negra o tramas de corrupción política...

R De eso tengo ya bastante y no me apetece especialmente. No tengo interés en trasladar vivencias profesionales a una novela. Porque la idea de escribir es difícil de definir y casi imposible de sistematizar. En un momento determinado te surge una idea, una palabra, una mirada suscita el deseo de escribir y yo me dejo llevar. Es posiblemente la faceta de mi vida donde encuentro más libertad porque ahí no tengo límite de temas, ni plazos.

P Vamos, que no le veremos contando nada que se parezca a Ortiz ni al caso Sala en un futuro.

R En ningún caso. Jamás me ha pasado por la cabeza aprovechar la vida, las dificultades y los problemas reales de personas que han confiado en mí sus intereses, para construir una historia de ficción. Siempre hay algo que escribir y no solo no es necesario recurrir a esos asuntos.

P Tiene otra novela ya acabada. ¿Habrá humor, tendrá una mirada social, será un thriller ...?

R Esta ambientada en el estallido de la crisis económica y se focaliza en las clases altas de la sociedad, en la historia de un banquero. Yo no creo mucho en las etiquetas o, dicho de otra manera, no soy capaz de desarrollar un género. Es más, creo que el futuro de la novela no va precisamente por el desarrollo de los géneros convencionales. Si la novela tiene que decir algo en el siglo XXI es precisamente mezclando todo tipo de discursos, eso sí, de una forma atractiva para el lector. En ese sentido, me identifico un poco con la visión que tiene Enrique Vila-Matas del futuro de la novela.

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