Rápida e indolora. Pero aburrida. La 33.ª gala de los Premios Goya pecó de ambición -tres actuaciones musicales, con tuna incluida- y no supo aprovechar el tirón de Silvia Abril y Buenafuente. Lo mejor de la gala fue el humor fuera de guion, el discurso de Jesús Vidal y la actuación de Rosalía. Lo peor, los lapsus.

Mucha Rosalía. La cantante catalana consiguió apropiarse de la ceremonia con una majestuosa interpretación de «Me quedo contigo», de Los Chunguitos, y banda sonora del filme de Saura Deprisa, deprisa (1981). Rosalía interpretó este tema junto al Cor Jove del Orfeó Catalá, con un manejo de la voz exquisito, que fue acompañado del buen hacer de los técnicos de sonido del auditorio sevillano. Un buen manejo a los mandos que no se vio durante la actuación de Amaia, Rozalén y Judit Neddermann.

Ya os vale. Campeones, de Javier Fesser, logró arrebatarle el Goya a la Mejor película a El Reino. El discurso de Fesser estuvo plagado de guiños al equipo, al reparto y a las personas con necesidades especiales. Sin embargo, Fesser se olvidó de aquellos que inspiraron la historia que ha hecho posible que pudiera pronunciar ese discurso ayer. Campeones se olvidó de sus propios campeones valencianos. El Club Deportivo Aderes de Burjassot no fue nombrado en la gala. Y eso que tanto el equipo de la cinta, como los valencianos se han visto en más de una ocasión. Una lástima.

La Academia abraza internet. Mariano Barroso, tendió la mano a Internet durante su discurso en la gala. «Seríamos muy torpes si viéramos esos miles, millones de pantallas pequeñas como enemigas. Los espectadores ven nuestras películas en las salas, pero también hay muchos que nos buscan en otras pantallas». Por cierto, Roma, de Netflix, se llevó el Goya a la Mejor película extranjera.

Cuidado con Vox. La ganadora del Goya a la dirección novel, Arantxa Echevarría ( Carmen y Lola) dedicó su galardón a la intolerancia en la sociedad española. «Quiero dedicarle esta película, que es de amor, a todos aquellos que no permiten amar al diferente, aquellos que no son capaces de ponerse en la piel de la minoría y del distinto, aquellos que no creen que sea necesaria una ley de violencia de género, aquellos que creen que los colectivos LGTBI no necesitan apoyo, aquellos que piensan que no es parte de la sanidad pública el aborto y el cambio de sexo».

Despistes y comedia improvisada. A Silvia Abril y a Buenafuente se les echó de menos. Los presentadores cedieron el protagonismo a los ganadores, a los cantantes y a quienes entregaban los premios. Una técnica para ahorrar tiempo. Se conformaron con seguir un guion con poco ritmo, que no tenía tan buenos gags como el que defendió Dani Rovira en su día. A cambio, los momentos más divertidos los protagonizaron los propios colaboradores de la gala. Ese «saben que seré breve» de Màxim Huerta quedará para la historia y el despiste de Amaia, también. El momentazo vino con el cuelgue de Berto Romero. Supongo que tuvo que quedarse en cuclillas al salir del escenario.

Las clientas de Amparo. La peluquera del Port de Sagunt, Amparo Sánchez, dedicó el Goya a sus clientas. Para quien no lo sepa, esta valenciana -que es familiar del dramaturgo valenciano Víctor Sánchez ( Cuzco)- confecciona pelucas a mujeres que pasan por un tratamiento de quimioterapia. Sus clientas -que son muchas en el Camp de Morvedre- y sus familiares agradecieron la mención. Gracias Amparo.