A los pies de la segunda montaña más alta de la tierra, la alicantina Eva Robles está a punto de irse a dormir dentro de un iglú con temperaturas mínimas que llegan a los -30º. Hasta hoy, este rincón era su último hueco vacío en el pasaporte de los 14 picos más altos del mundo; hoy ya puede decir que ha pisado todos y cada uno de ellos. Robles es la única mujer que integra en estos momentos la expedición histórica que busca el ascenso invernal del K2 en Pakistán.

Hace unos meses le dieron la noticia de que podía formar parte de una aventura inigualable, y a comienzos de este enero metió primera y se lanzó a Nepal, donde el alpinista vizcaíno Álex Txikon, el líder de la expedición, había acordado reunirse con los serpas que le acompañarán en su intento de llegar a la cumbre. De allí a la India y luego a Pakistán, punto de arranque de la gran hazaña.

Eva Robles se encuentra en el campamento base del K2 junto a montañeros de España, Polonia y Nepal que están en el punto de mira mundial de los seguidores de este deporte, quienes esperan con incertidumbre el desenlace de la historia: saber si Txikon logrará o no pisar cima.

Las condiciones son muy complicadas en la zona, donde el viento y el invierno les han dejado una sensación térmica que ha llegado a los -40º algunas mañanas. «Lo más difícil para mí está siendo el frío sin duda. Trabajando en la construcción de los iglús se me han congelado los dedos y he tenido que ir a la cocina a que me ayudaran. Lo he pasado realmente mal», explica Robles. «En algunos momentos, durante el trekking, se te congela la nariz y hasta los ojos», añade.

Sin embargo, esta alicantina pasa por las dificultades de manera muy escueta, su mensaje rebosa energía durante el resto del tiempo que puede tener el móvil en la mano. «Esto está siendo una auténtica aventura. Es emocionante, cada día está siendo un aprendizaje brutal», apunta.

Antes del trekking por el Glaciar Baltoro, un recorrido físicamente duro por tiempo y condiciones, cuenta Robles, los integrantes de la expedición estuvieron 26 horas en un autobús conducido por un hombre que no se separó del volante ni un solo momento. En un tramo de la carretera, con un precipicio al lado derecho, una grúa ocupaba la calzada y no tenía espacio para maniobrar. «El espacio para pasar era el justo. Cuando estábamos al borde del precipicio, la tierra cedió y Álex nos gritó que bajáramos corriendo. Nos hubiéramos matado todos», cuenta la deportista com anécdota.

«Eva es la única mujer que se está enfrentando al K2. Es una experiencia difícil para cualquier persona y ella lo está llevando muy bien: está aclimatada y su labor está siendo muy importante», cuenta Ignacio de Zoulaga, director técnico de la expedición.