Alicante, ADDA, 19 enero 2019 20 horas.

Orquesta de Cámara de París

Emmanuel Pahud, flauta

Douglas Boyd, director

Wolfgang Amadeus Mozart

(Salzburgo,1756-Viena, 1791)

Fantasía sobre «La flauta mágica»

El franco-suizo E. Pahud, solista en la Orquesta Filarmónica de Berlín, ha interpretado esta fantasía para flauta travesera y orquesta, en el arreglo del compositor belga R. Fobbes-Janssens, hace tres días, con esta misma orquesta, en la Cité de la Musique de París. La flauta mágica fue la última de las óperas compuestas por Mozart. El mismo año de su muerte fue también el de algunas de sus obras únicas: el Concierto para piano número 27, el Quinteto de cuerda en si bemol (K614), el Ave Verum (K619), La Clemencia de Tito, La flauta mágica, el Concierto para clarinete (K622), y su Réquiem inacabado. Tres de estas obras, La flauta mágica, el Réquiem y el Concierto para clarinete, son consideradas un «himno a la fraternidad universal».

La ópera se estrenó en Viena el 30 de septiembre de 1791 y en ella son evidentes sus implicaciones masónicas, tanto en la simbología de las cifras como en la utilización de la tonalidad de mi bemol, además de en textos como los cantados por Sorastro en el templo del Sol, como el que, con el coro de sacerdotes, cierra la obra.

Jacques Ibert

(París, 1890- 1962)

Concierto para flauta y orquesta

Amigo y compañero de estudios de Honneger y Milhaud en el Conservatorio de París, Jacques Ybert fue director de la Villa Medicis en Roma y de los Teatros Líricos Nacionales en París. Fue autor de siete obras líricas, siete ballets y la música para más de sesenta películas, además de obras orquestales como Escalas o las populares Historias, para piano. Este concierto fue compuesto en 1932-1933 y estrenado en la Sociedad de Conciertos de París el 25 de febrero de 1934. El solista fue un gran flautista francés, Marcel Moyse, al que fue dedicada la obra. Tranchefort dice de este concierto que «reúne con tacto la elegía al estilo de Fauré (segundo movimiento) con algunas armonías impresionistas». Es una obra muy apreciada por los virtuosos de la flauta por la cualidades que posee su escritura.

Maurice Ravel

(Ciboure, 1875- París, 1937)

Le tombeau de Couperin

En su Esbozo biográfico describe el autor el nacimiento de esta obra: «A comienzos de 1915 me enrolé en el ejército y debido a ello mi actividad musical se interrumpió hasta el otoño de 1917, en que fui licenciado. Entonces terminé Le tombeau de Couperin». El homenaje está dirigido menos a Couperin que a toda la música francesa del siglo XVIII. La obra, concebida como suite para piano, estaba compuesta por seis piezas dedicada cada una de ellas a amigos que habían muerto en el frente: el Preludio, al teniente Jacques Charlot; la Fuga, al teniente Jean Cruppi; la Forlane, al teniente Gabriel Deluc; el Minueto, a Jean Deyfus, hijo de su madrina de guerra, en cuya casa finaliza la obra; el Rigodón a Pierre y Pascal Gaudin; y la Toccata, al capitán Joseph de Marliave, marido de la pianista Margarita Long, que estrenaría la obra en 1919 en la Sala Gaveau de París.

Al año siguiente, Ravel instrumentó cuatro de las piezas de la suite, estrenando esta versión orquestal el 28 de febrero de 1920 en los Conciertos Pasdeloup en París. La versión orquestal gana en calor, humanidad y emoción a la pianística, acercándose todo lo posible a la línea de los tombeaux del siglo XVIII.

«Ravel hace algo más que rendir un homenaje al pasado musical francés pues revela todo lo que ese pasado puede contener de moderno en una síntesis admirable, tanto en la letra como en el espíritu», a juicio de Michel Parouty.

Ludwig van Beethoven

(Bonn,1770-Viena, 1827)

Sinfonía número 2, "en re mayor (opus 36)

El propio compositor dirigió el 5 de abril de 1803 en Viena, en el Theater an der Wien, el estreno de esta obra en un programa que incluyó el oratorio Cristo en el monte de los Olivos y el Concierto para piano y orquesta número 3, en do menor (el opus 37), que también se daba a conocer por primera vez al público. La Segunda Sinfonía beethoveniana fue escrita en 1802, el año de la grave crisis por la que pasó el músico de Bonn quien ante la súbita agravación de su sordera pensó en el suicidio. En ese momento es cuando esboza la Sinfonía Heroica (la Tercera) y finaliza, en el verano, la Sinfonía en re mayor, una pieza de una alegría desbordante en muchos de sus pasajes. Fue dedicada al príncipe Karl von Lichwnowasky. En opinión del musicólogo inglés Grove, es ·el punto culminante del Antiguo Régimen, prerevolucionario, de Haydn y Mozart, punto del que Beethoven va a partir hacia regiones en las que nadie antes de él había osado aventurarse».