Carlos Zanón, poeta, músico, autor de libros sobre música y novelista (Yo fui Johnny Thunders, Marley estaba muerto, Taxi), afrontó la oferta que le hicieron como «un reto» y se puso en la situación de «lo que es habitual en el mundo de los cómics, hacer nuevos libros de un personaje, como pasa con Supermán».

En cualquier caso, el miedo escénico ha surgido en los últimos días previos a su lanzamiento ayer en librerías y «no tanto cuando acepté el encargo o cuando lo escribía». Confiesa Zanón que al principio muchos le aconsejaron que no afrontara el reto y relata algunas razones: «Yo ya había empezado una carrera, había fichado por Salamandra y si salía mal me podía lastrar». Pero finalmente se decantó por la tentadora oferta porque «me permitía hacer por primera vez una novela policial y, además, nunca había trabajado con un personaje ni tampoco la había escrito en primera persona, y con un argumento que se moviera entre dos ciudades».

Era tentador, añade, «la posibilidad de trabajar en un blockbuster (taquillazo), como si a un director de cine le proponen hacer un Indiana Jones».

En el proceso de investigación previo, Zanón leyó todos las novelas de la saga de Manuel Vázquez Montalbán, a excepción de la última, Milenio, lo que le permitió «bucear en los comienzos del personaje, que además se fraguaron en la columna del autor en las páginas de Interviú, en la que establecía un diálogo con sus vecinos del piso de arriba, que era el despacho de Carvalho y Biscuter».

Tras hablar con policías, cocineros, carvalhanos de pro, Zanón se dio cuenta de que debía intentar «sacar el Carvalho de dentro de los libros» para evitar quedar paralizado. Por esa razón, la mejor estrategia para ese «juego metaliterario» era crear a un Carvalho con la misma edad de Zanón: «El personaje podía hablar con su creador, porque uno no sabe si la vida copia al arte, o el arte a la vida».

«Escribí el Carvalho desde el recuerdo de su esencia, que era conocimiento y decepción; y mi intención era ser irreverente, aunque sin faltar al respeto por el personaje», comenta Zanón, quien jugó con la idea de que el protagonista quemara Asesinato en el Comité Central, un tipo de novela que no le gustaba y que precisamente era de las favoritas de Vázquez Montalbán.

Admite Zanón que la principal dificultad con la que se ha encontrado era hacer una novela policial y que una de las subtramas fuera un asesinato, y lo más fácil fue conectar con su sentido del humor y la poesía.

«Carvalho y yo tenemos en común un sentido del humor muy de Barcelona, muy socarrón. Los que hemos aprendido a reírnos con Woody Allen, de réplicas brillantes y rápidas. Además, es un poco cascarrabias, nada frívolo y eso me resulta cercano, igual que que odiara MasterChef», comenta el escritor barcelonés.

En Problemas de identidad Carvalho anda desgarrado entre Barcelona y Madrid. «En Barcelona le quedan los restos de su tribu y el despacho en el que sigue trabajando, y en Madrid está perdido en el laberinto de una mujer casada con un prohombre de la política nacional, y que le ha desestabilizado como nunca».

La novela está ambientada en 2017, porque Zanón quiso «un Carvalho del siglo XXI», una novela «escrita desde ahora, con los cambios de punto de vista y con las nuevas tecnologías aplicadas a la investigación, para que, además de interesar a los lectores de antes, atrajera también a una nueva generación que no supiera nada del personaje».

Como ya sucediera con los libros de Vázquez Montalbán, Barcelona sigue siendo un personaje más, pero «excepto el domicilio del despacho, todo lo demás es una ruta nueva, con lugares y alguna afición de mi propia cosecha, con un Carvalho al que le gusta mucho el cine, y que es un pelín más torturado que en las anteriores novelas».

Junto a «la Barcelona que se gusta a sí misma y que está a reventar de turistas», Zanón sitúa a Carvalho en Madrid: «A nivel personal quería probarme trabajando en otra ciudad y que no fuera de cartón piedra, y además era casi la salida natural en un año en que todo era Madrid y Barcelona, viajes de AVE, en que todos trataban de mirarse y entenderse unos a otros, o no». Admite que ambientar Problemas de identidad en 2017 era un riesgo porque «era difícil anticipar qué iba a suceder» en España. Aunque desde el principio el encargo fue hacer solo un nuevo Carvalho, Zanón no se cierra a escribir algún otro volumen, pero no sería de manera inmediata. «En el futuro se verá», concluye el autor.