Las llaves están en el fondo del mar. En este caso, en el sentido literal de la popular canción, porque ha sido a más de 15 metros de profundidad donde se ha encontrado la llave de la despensa del Bou Ferrer, hundido en aguas de La Vila Joiosa. El lugar y las circunstancias en las que apareció han sido fruto de un arduo y largo proceso. Fue en la campaña arqueológica realizada en 2017 cuando en la zona de popa apareció una vasija que tenía adherida una concreción en el asa. No era la primera vez que se encontraba una pieza cerámica en estas circunstancias. Un año después, tras el proceso de desalación y análisis, se ha descubierto que lo que ocultaba esa masa informe era una llave de gran tamaño, unos quince centímetros, que por su localización hace pensar que era la que abría la despensa del barco.

«El año pasado abrimos un sondeo en la zona norte del pecio con la idea de intentar orientar el barco», apunta Carlos de Juan, director de la excavación. En esa zona fueron apareciendo piezas cerámicas de uso cotidiano de la tripulación, en las que se transportaban desde el vino dulce defructum, hasta aceite de oliva de la Bética o salsas de pescado compradas en Portus, el puerto marítimo de Roma, todos ellos productos para consumo de los seis o siete marineros que habitarían el barco. «Todos esos hallazgos nos hicieron entender que estábamos en la zona de la despensa del barco o la cocina, y allí es donde apareció la jarra», asegura el arqueólogo.

El objeto se llevó al laboratorio de restauración de Vilamuseu y para separar la pieza se utilizaron discos de corte de precisión. Pero antes de intervenir, se sometió a una radiografía, una práctica habitual, que se realizó en el Centro Médico la Creueta de la Vila, colaborador del museo. «Ahí vimos que era una llave de unos 15 centímetros, algo que nos dejó muy sorprendidos porque no es frecuente hallar este tipo de restos en las excavaciones subacuáticas».

Antonio Espinosa, director de Vilamuseu, apunta que se sabía que era una pieza metálica «porque había óxido pero no sabíamos hasta qué punto se había conservado». Por eso, considera que la radiografía realizada fue definitiva. «La imagen nos dice que el núcleo del metal ha desaparecido y que lo que se conserva es una capa de 2 o 3 milímetros que envuelve la llave, es decir, que el interior se ha deshecho».

Para De Juan, director de la excavación, lo interesante de este hallazgo es que «nos permite hablar de una historia más humana; arqueológicamente es lo que es, una llave, pero nos deja ver la vida social a bordo de un barco de época romana». En este sentido, destaca que en algunos barcos la necesidad hacía que los marineros desarrollaran el ingenio para conseguir comida extra. «En algunos casos hacían agujeros en las vasijas y con una pajita tomaban aceite o vino sin que se notara».

Esta llave, afirma, lo que hacía era intentar evitar esos actos. «Esta es la llave que cerraba la despensa y yo veo al gubernator». Y considera que «no nos cuenta tanto a nivel de historia, pero nos da una fotografía de la vida del barco, en el que se pasaba hambre, y por las dimensiones del Bou Ferrer debía de haber un pedazo de puerta y una gran cerradura, aunque no tenemos evidencias de esos materiales».

De hecho, en la campaña de 2018 se han encontrado piezas grandes de madera, «pero por ahora no sabemos leerlas porque necesitamos abrir un poco más en extensión la zona para ver lo que tenemos delante». Aunque sí está claro que en ese lugar estaba la despensa. «Cuando estudiamos la arquitectura naval del pecio romano, algunos elementos sugerían que ahí estaba la popa y en los barcos grandes se elige esa parte para la despensa y cocina porque es la zona que menos se mueve».