Paco Roca se ha quitado el pijama y se ha puesto el traje de Robert Louis Stevenson para dibujar una novela de aventuras. Pero como Paco Roca no es un autor cualquiera, El tesoro del cisne negro -que el dibujante presentó hace unos días en València- tampoco es una historia de aventuras como las demás. Sí, hay mapas de un barco hundido y algún pirata de los de ahora. Pero no hay tiros ni persecuciones y sus protagonistas son abogados, ministros, subsecretarios y agregados culturales. «Es una novela de aventuras en la que nadie sale corriendo», acepta el autor. Y pese a eso, tampoco sale corriendo el lector, que durante más de 200 páginas, como ocurría con aquellos thrillers políticos y judiciales de los años 70, se queda atrapado por una intriga tan emocionante como real.

El tesoro del cisne negro se inspira en el célebre caso Odyssey, la batalla que emprendió el gobierno español para recuperar el botín de La Mercedes, una fragata de la Armada hundida por los ingleses en 1804. En 2007, una compañía estadounidense (Odyssey Marine Exploration) anunció que había encontrado los restos del barco español y recuperado medio millón de monedas de plata y oro con un valor de unos 385 millones de euros. Entre los diplomáticos que lucharon en los despachos hasta que conseguir que aquel tesoro volviera a manos españolas estaba Guillermo Corral, el otro autor (y guionista) de El tesoro del cisne negro.

«Era 2014 y yo estaba en Washington para presentar la película de Arrugas en un festival -explicaba ayer Roca-. En la embajada conocí a Guillermo, que me dijo una frase que normalmente me da mucho miedo: «Pues tengo una historia que seguro que en cómic quedará muy bien». Pero le escuché y vi que tenía todos los componentes de una historia atractiva. Tenía aventuras, tenía el mayor tesoro encontrado, tenía intrigas políticas... Y sobre todo, lo que más me gustó es que Guillermo había vivido en primera persona todo lo que me estaba contando y que nadie más podía contar así».

Sobre esto, el dibujante pone como ejemplo la reproducción del búnker donde se guardó el tesoro de La Mercedes. «Yo no podía saber cómo era ese búnker y si tuviera que habérmelo inventado me hubiese imaginado algo superépico -reflexiona Roca-. Pero Guillermo sí había estado y tenía fotos y así supe que se parecía más a una ferretería que a La Isla del Tesoro. Lo menos glamuroso que te puedes imaginar. La realidad a veces te baja la épica y te lleva a una cutrez que la historia agradece».

Es curioso pero, mientras que el diplomático pensaba en hacer un cómic de aventuras a lo Tintín o Corto Maltés, el artista tenía en la cabeza algo más parecido a un documental de National Geographic. «También vengo del cómic clásico de aventuras -señala Roca-, pero mi camino es huir de eso y ser cada vez más realista. Mis cómics se van alejando de la ficción. Guillermo me proponía ir de dónde yo huía, y yo quería ir a de dónde él venía. Al final hemos llegado a un equilibrio que en cierta manera es perfecto».

En ese equilibrio cabe la cotidianidad «hombre en pijama» que se asoma en algunas conversaciones de los protagonistas. O el parecido que guardan algunos personajes con personas reales (ese ministro con cierto aire a César Antonio Molina). E incluso el verismo de los escenarios en los que se desarrolla la ficción, aunque conseguirlo le haya supuesto a Roca vivir su propia aventura. «Quería dibujar el Ministerio de Cultura por dentro, así que con la excusa de un concurso, me colé y estuve haciendo fotos hasta que me pillaron los vigilantes y me tiraron de allí».