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Fernando Raigal: «Para sacar a los niños de la cueva de Tailandia íbamos a ciegas, por el barro»

Fue el único español en el operativo que, en julio, sacó de una cueva a un grupo de jóvenes jugadores de fútbol que se vieron sorprendidos por las lluvias

Fernando Raigal es un experimentado buceador.

Fernando Raigal (Ciudad Real, 1985) es el único buzo español y uno de los pocos civiles que participó, el pasado mes de julio, en el rescate in extremis de un equipo de fútbol tailandés que quedó atrapado en una cueva, inundada por lluvias repentinas. El grupo de chavales, de 11 a 16 años, y su joven entrenador, de 25 años, pasaron dos semanas bajo tierra y centraron la atención mediática internacional. La historia tuvo final feliz para ellos, pero un sabor agridulce, por la muerte de uno de los rescatadores. Raigal, residente en Tailandia, explicó ayer en el Resort Mas Camarena de Bétera (Valencia), las numerosas dificultades que el equipo de rescate tuvo que afrontar, en un acto que recaudará fondos para la familia de Saman Kunan, el buzo fallecido.

P ¿Cómo surgió la posibilidad de participar en el rescate ?

R Trabajo en la industria del gas y del petróleo en diferentes países asiáticos, pero tengo base en Tailandia. Soy freelance y uno de los jefes de una empresa es un ex navy seal. Cuando necesitaron más buzos, pidió permiso a los comandantes para incluir a civiles. El día 1 de julio me mandó un correo electrónico por la noche y le respondí una hora más tarde, con el vuelo comprado para la mañana siguiente.

P Parece que ni se lo pensó... ¿por qué dijo que sí tan rápido?

R Porque no había mucho que pensar. Yo ya estaba siguiendo las noticias y sabía lo que sucedía. Simplemente había que ir, y ya está.

P Tiene mucha experiencia. En este caso en concreto, ¿cuáles eran las dificultades para que el rescate fuera un éxito?

R Era un espacio confinado, con rocas muy cortantes y corrientes muy fuertes. También había mucho fango, porque la tierra se remueve con las corrientes, y la visibilidad era cero o casi nula; aunque tengas linterna, la luz se refleja en las partículas de barro. Por eso, íbamos un poco a ciegas, con el tacto. Además, había que hacer múltiples inmersiones y no bastaba con una sola botella de oxígeno... Además, era un espacio cerrado donde el oxígeno decaía al respirar y aumentaba el CO2, y eso podía ser un problema muy grave. Hacía frío, había zonas de escalada y con el equipo de buceo puesto no es fácil; desniveles de las rocas que se podían traducir en caídas, lesiones, heridas... Algunas rocas no estaban fijas y se podían desestabilizar al caer... muchos factores a tener en cuenta.

P ¿Podemos decir que todos los factores externos que dificultan el buceo se sumaron en este caso?

R Sí, era un buceo extremo y para tomárselo con respeto, independientemente de la experiencia que uno tuviera.

P ¿Cómo llegó a convertirse una tormenta monzónica en una trampa como esta? ¿Es relativamente habitual que ocurra?

R Puede llegar a pasar, pero también fue una cosa excepcional; tuvieron cierta mala suerte. En Tailandia hay básicamente dos estaciones: la seca y la húmeda, y hay seis meses de cada una. Eso ocurrió al final de la época seca, cuando se supone que todavía no llegaban las lluvias y por eso se confiaron un poco. Justo cuando entraron a la cueva, empezó a llover y tampoco lo escucharon, porque estaban muy adentro. Solamente se dieron cuenta de lo que estaba pasando cuando querían volver y ya había pasajes inundados que bloqueaban la salida. Son muchas coincidencias, pero puede pasar.

P Durante el rescate falleció un compañero buceador. En esos días, ¿fueron conscientes de que sus vidas estaban también en juego, o solo trabajaban por el objetivo de rescatar a los menores, sin pensar en nada más?

R Fue un golpe muy duro que puso en evidencia los peligros a los que nos enfrentábamos, pero había que recomponerse rápido y seguir con la misión, también en su honor, para que su muerte no fuese en vano. Pero siempre con seguridad.

P Como dice, en esos momentos la prioridad era la seguridad de los rescatadores y también del equipo, pero ¿cómo llevaron la presión? Literalmente, tuvieron a todo el mundo pendiente: ¿eso animaba o empeoraba las cosas?

R Desde dentro no éramos muy conscientes de cómo se vivió fuera. Nos dimos cuenta cuando vimos la atención que recibimos los que estuvimos involucrados. A mí, por ejemplo, se me puso en el foco un poco antes de acabar la operación y empecé a recibir demasiados mensajes, pero estábamos en una misión y había que terminarla. Los días siguientes fueron muy intensos, con muchas entrevistas de España, Latinoamérica, Reino Unido, Estados Unidos... Hice lo que pude para atender a todo el mundo, pero al mismo tiempo había que recuperar la normalidad.

P ¿Cómo vivieron, por fin, cuando ya estuvieron todos, sanos y salvos, fuera de la cueva?

R Estábamos muy contentos, pero empezamos a recoger los equipos y una bomba de extracción se rompió, el nivel del agua empezó a subir y hubo que evacuar.

P ¡Fue difícil hasta el último momento!

R Sí, en la evacuación no hubo nada que lamentar, pero no hicimos grandes celebraciones porque estábamos muy cansados. Simplemente nos dimos abrazos, apretones de manos y algún grito de guerra tailandés. Luego, nos fuimos a casa a descansar.

P ¿Con qué se queda de la experiencia y qué le gustaría transmitir?

R Intentaré que sea ameno y que la gente vea otro punto de vista, el de alguien que estuvo allí. Haré una primera introducción de cómo es mi trabajo, explicaré lo que viví y estaré abierto a preguntas. También será una forma de recaudar fondos para la familia de Saman Kunan.

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