Lo imaginamos quemando Roma con una sonrisa en los labios, cortando cabezas de forma cruel y despiadada, matando cristianos en el coliseo mientras toca la lira. Pero lo cierto es que Nerón, el malo entre los malos, tiene su parte de víctima. Así lo ha visto Eduardo Galán, que firma la versión teatral que se estrenó en el Festival de Teatro de Mérida este año y que este sábado llega al Principal de Alicante (20 horas), con Dani Muriel como Nerón y Chiqui Fernández como Agripina. Y lo hará no como un montaje más, sino como el primero del renovado Festival de Teatro Clásico de Alicante y también como la primera propuesta con la que esta ciudad se estrena como subsede fija del encuentro de Mérida.

«El mito, la leyenda de que Nerón quemó Roma, algo que pone en duda la historia moderna, me seducía mucho», asegura Galán que ha visto la oportunidad de ofrecer una visión contemporánea de un personaje clásico. Y da la vuelta a la tortilla para mostrarnos la otra cara de este emperador, que sufrió los abusos de su madre, Agripina, y que le obligó a ser emperador cuando él, en realidad, «lo que quería era ser artista», afirma el actor Dani Muriel, que asume para la gira el papel que en Mérida presentó Raúl Arévalo.

Para el actor, «es uno de los personajes más complejos a los que me he enfrentado, pero empatiza con el público hasta que te congela la sonrisa y ves que su personalidad viene condicionada por su madre». La historia trata de «cómo usar el poder» y «la gran tristeza de Nerón es que, pese a ser el hombre que más poder tiene, no puede elegir su destino».

Frente a la imagen de emperador tirano y preocupado solo por sí mismo, Muriel asegura que Nerón «quería una Roma civilizada, quería extender las artes, pero el problema es que quería pasar por encima de cosas que no se podían hacer... era un soñador». Además de un gran deportista. Tanto es así que «Michael Phelps y Nerón son los que más medallas tienen de la historia... aunque igual era un poco tramposo», bromea el actor. «Yo he buscado imágenes y siempre era muy atlético».

El incesto

Si no lo tiene fácil Muriel con Nerón, peor aún resulta para Chiqui Fernández con Agripina. «Los actores tenemos que entender a nuestro personaje pero es difícil enfrentarse a un personaje tan amoral. Para mí, que soy madre, ha sido complicado porque la ambición la puedes entender, pero esa relación incestuosa con el hijo es difícil, tienes que entender que el personaje no tiene nada que ver contigo. Lo que ocurre es que hay que pensar que ellos tenían otra moralidad», destaca la actriz.

«Casi no nos escandalizamos con nada -destaca el dramaturgo- pero el que una madre o un padre abusen de un hijo, nos revuelve, no lo digerimos bien».

Tanto es así que, recuerda Galán, «el público empatiza con Nerón y no quiere que se muera, haya quemado o no Roma, y eso es lo que consiguen muchos dictadores». Por eso, «queríamos mostrar que la figura del sanguinario podía resultar simpática al público porque luego fue cruel, claro, como todos los personajes de su época».

Confirma esta opinión, Muriel. «El logro de la función, que tiene mucho humor, es que da mucha pena y el público no quiere que muera porque lo comprenden, te das cuenta de que es un títere y cuando deciden matarlo es cuando ven que ha perdido del todo la cabeza».

El autor y miembro de la junta directiva de la Academias de las Artes Escénicas reconoce que quería «reconducir» al personaje, «romper el esquema que todo el mundo conoce». Por eso, se siente como «Chaplin en Tiempos modernos, que aparece en un sitio que no esperaba; muchas veces llegamos a lugares donde no queremos ir y lo que quiero transmitir es que no somos dueños de nuestros destinos; las circustancias, los demás, nos van llevando por unos caminos que nunca intuíamos que íbamos a coger». Y dentro de todo eso, «la risa es la forma que tenemos los humanos para romper con lo inevitable, el humor tiene el poder de reflexionar sobre las cosas con distancia».

Eduardo Galán ha apostado en este Nerón, dirigido por Alberto Castrillo-Ferrer, por la contradicción. «Decimos que la cultura y la educación nos hace mejores personas, pero Agripina y Nerón tenían esa formación y eran crueles, así que me pregunto si eso es así y quiero que reflexionemos sobre ello», porque en la obra se refleja un mundo en crisis, igual que en el momento actual, con un entorno promiscuo y bisexual, que hoy es muy similar».

Nerón «representa la postverdad de ahora», recuerda el director del Teatro Principal, Paco Sanguino, para reforzar la idea del antimito. No pudo quemar Roma «porque no estaba en esa ciudad cuando se produjo el incendio» y no pudo matar cristianos en el coliseo porque entonces «no había coliseos».