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Crítica teatral

"Iphigenia en Vallecas": Soberbia interpretación

De la mitología griega se extraen un personaje y una historia que han tenido buen número de adaptaciones. Ifigenia en Aulide e Ifigenia en Taúride, de Eurípides, acogieron el mito en primer lugar. Los griegos se preparan para atacar Troya, pero los vientos están retenidos por los dioses, y para poder navegar la flota exigen el sacrificio de la hija del rey. El galés Gary Owen (premiado en 2015) hizo una muy libre y oportuna versión que traslada la esencia a nuestros días. Partiendo de ahí está la adaptación de la protagonista de Iphigenia en Vallecas, María Hervás, una de las productoras del monólogo dirigido certeramente por Antonio C. Guijosa. El personaje habla a los espectadores, quienes ven y escuchan con suma atención todo lo que describe la joven sin recursos, que no estudia ni trabaja en el marco de una interminable crisis, de ese orden establecido que perjudica a muchos y beneficia a otros. ¿Quién se sacrifica para que los mandamases estén felices y algunos ganen y mantengan sus privilegios a costa de los demás? No conviene olvidarlo. Ni es conveniente que el personal se acomode en adversas circunstancias. ¿Qué ocurrirá cuando los sacrificados ya no lo soporten? Sin duda, sobresale la labor desempeñada por la actriz con gestos, ademanes y entonaciones de una joven ordinaria que vive (o malvive) en el barrio, en los suburbios de cualquier ciudad. Alcohol, drogas, líos, sexo y reguetón en un cúmulo de descripciones banales, donde importa más lo que no se dice hasta que se dice claramente. El soberbio trabajo de María Hervás la convierte en animal escénico de la mejor especie, al menos en esta creíble y desenvuelta tarea que el numeroso público saboreó y aplaudió de pie en el Arniches de Alicante. No en vano ha obtenido el Premio Unión de Actores 2018. Tras la afilada y vulgar lengua, se oculta un ser frágil y tierno. Y asume diferentes voces. Nos sugiere la precariedad, la desigualdad o la inoperancia con el patrocinio de las altas esferas y de la parcial gestión de la crisis, corrupciones al margen. Triste embarazo, recortes sanitarios y un silencio que ahoga la respiración. María Hervás abandona la armadura del papel, sentencia y observa.

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